CAMBIO RADICAL EN POLITICA EXTERIOR
El canciller Jorge G. Castañeda anunció ayer
que México participará, si se dan las condiciones necesarias,
en operaciones de mantenimiento y conservación de la paz en el extranjero
que son auspiciadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
El anuncio no es sólo un pequeño cambio
de matiz en la relación con la ONU, sino en la política exterior
de México.
En una primera instancia, la decisión parece apresurada
aunque, afortunadamente, cualquier acción de esta índole
tendrá que ser aprobada por el Congreso.
Además de insólita, la postura parece preocupante.
Una cosa es promover una participación mucho más activa en
temas como la democracia y la defensa de los derechos humanos, y otra,
radicalmente diferente, es adoptar una posición intervencionista.
Peor aún cuando en casa se vive un conflicto armado
sobre el cual se ha mantenido una política hermética hacia
el exterior y, mucho menos, se ha aceptado algún tipo de intervención
internacional por las incontables violaciones a los derechos humanos que
se han cometido. Una cosa es buscar una participación mucho más
activa en la promoción económica, mostrar un México
estable, y otra muy diferente convertirse en una suerte de policía
subdesarrollado, vigilante de que el mundo (¿tercer mundo?) gire
en la dirección correcta según los parámetros de la
ONU, y en especial de su Consejo de Seguridad, al cual México pretende
integrarse.
Esta decisión puede ser un primer paso para que
México se vea envuelto en otro tipo de conflictos o acciones multilaterales,
como la fase militar del Plan Colombia. Recordemos que el presidente Fox,
en una reciente visita a Colombia, le reiteró su total apoyo al
presidente Andrés Pastrana para acabar "juntos" con el narcotráfico.
¿Acaso Fox no sabía que Estados Unidos está invirtiendo
7 mil 500 millones de dólares en equipo bélico y adiestramiento
militar y policiaco para acabar con la producción de coca y, de
paso, con la guerrilla en el país sudamericano?
El canciller Jorge G. Castañeda ha declarado con
marcada insistencia que México "ya tiene la autoridad moral" para
erigirse paladín de la democracia en los foros internacionales.
Sí, pero una cosa es expresarse en los foros y otra muy diferente
participar activamente en operaciones de conservación y mantenimiento
de la paz.
En un primer momento parece que México se suma
a una causa noble de la ONU, pero vale la pena advertir que los pretextos
para intervenir pueden fácilmente rebasar el ambiguo concepto de
nobleza para convertirse en cuestionadas guerras humanitarias, que distan
mucho de los principios fundamentales de Naciones Unidas.
Si por algo ha destacado la política exterior mexicana
es por el respeto a los principios de la Doctrina Estada de "no intervención"
y, cuando se ha participado, ha sido para mediar, con el previo consentimiento
del país afectado, como en los casos de El Salvador, Guatemala y
Nicaragua, pero nunca se ha hecho con otros fines, salvo la simbólica
participación del Escuadrón 201 en la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se gestó el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca, en tiempos del canciller Jorge Castañeda (padre),
México, en la propia voz de Castañeda, se opuso rotundamente
a ese tipo de políticas intervencionistas.
Está también el antecedente de la invitación
del ex presidente panameño Ernesto Pérez Balladares a que
México se sumara a una fuerza internacional antidrogas con sede
en Panamá. La respuesta de Zedillo fue negativa.
Ahora, las iniciativas modernizadoras de Jorge G. Castañeda
pretenden pasar por alto los respetables principios de política
exterior que han caracterizado al Estado mexicano, incluso desde tiempos
del porfiriato, principios de una nación que no pueden subordinarse
a las decisiones de un gobierno. |