¿FIN AL "VANDALISMO ANTIZAPATISTA" EN CHIAPAS?
El gobernador de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía,
acaba de imponer un giro de 180 grados en la política social de
esa entidad al llamar a una tregua para impedir nuevos incidentes sangrientos,
al plantear su disposición a hacer todo lo posible para impulsar
el diálogo con el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional y al criticar la política del gobierno de Ernesto Zedillo
hacia el conflicto chiapaneco.
Su anuncio de liberar a todos los zapatistas presos y
su decisión de llevar a cabo un programa que instaure realmente
la justicia para los chiapanecos, rubricaron la nueva orientación
del gobierno estatal, al igual que su iniciativa para derogar la reorganización
de los municipios emprendida por Roberto Albores para combatir a los autónomos
zapatistas y dispersar las bases de apoyo del EZLN.
Esta nueva actitud en Chiapas contribuye también
al diálogo entre el zapatismo y los gobiernos local y federal al
responder a varias de las demandas zapatistas, y crea un nuevo clima político
en la entidad. Sin embargo, por importantes que sean las palabras del gobernador
Salazar Mendiguchía y por sincera que sea su actitud, no se puede
considerar salvado el trecho que existe entre las declaraciones y los hechos.
Como hizo ver el obispo de San Cristóbal, Felipe
Arizmendi, el Ejército permanece en vastas zonas del estado y su
presencia estimula la desconfianza de las poblaciones indígenas;
además, alienta a los "vándalos antizapatistas" que el gobernador
justamente ha condenado. Otro problema --éste en relación
con la propuesta de ley de la Cocopa y con el cumplimiento por el Estado
nacional de los acuerdos que se firmaron en San Andrés Larráinzar--
podría consistir en la insistencia del PAN en presentar en el Congreso
su propia iniciativa de ley indígena, que se contrapone en muchos
puntos a la de la Cocopa, lo cual podría llevar a reformular, con
votos del blanquiazul y del PRI, partes fundamentales de los textos antes
mencionados, reduciendo sus alcances sociales.
Es indudable que la desaparición en Chiapas del
gobierno de Roberto Albores y el de Ernesto Zedillo en escala nacional,
han allanado el camino para la distensión en Chiapas y para una
posible solución a breve plazo del añejo conflicto. Pero
los factores de poder que se oponen a una solución aún están
firmemente enraizados y no faltan tampoco negros nubarrones amenazantes
que podrían obstaculizar la democratización del país
que el presidente Vicente Fox ha declarado querer instaurar y que en forma
valiente el nuevo gobierno de Chiapas está tratando de imponer.
INCOMPETENCIA EN EL CNCA
El nombramiento de Sara Guadalupe Bermúdez al frente
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) es, sin duda, una
de las decisiones más desafortunadas que ha tomado Vicente Fox.
Independientemente de los desencantos que la designación ha generado
en la comunidad cultural, destaca el evidente desconocimiento que la funcionaria
tiene de las instituciones del ramo.
Su breve trayectoria como periodista cultural y los meses
que sirvió como enlace del equipo de transición con ese organismo
es, a todas luces, insuficiente para tratar de justificar la posición
que le ha sido otorgada. En sus 11 años de funcionamiento, el CNCA
logró afianzarse como una sólida institución que ha
alcanzado importantes logros en la materia. Ahora, se corre el riesgo de
desencadenar una severa y previsible crisis en la esfera cultural del país.
Bermúdez se ha mostrado incapaz de formar un equipo de colaboradores
--salvo dos o tres nombres-- que pueda dar una señal de alivio al
desconcierto que permea en los diferentes sectores del medio. ¿Cómo
es posible que Carmen Quintanilla haya renunciado a las tres horas de haber
asumido una de las secretarías técnicas del Consejo por la
disputa de una oficina con Andrés Roemer, otro secretario técnico?
El descontrol es más que evidente.
Además, ha sido notoria la falta de cortesía
de la señora Bermúdez con los funcionarios salientes, que
no han recibido el mínimo reconocimiento, sino, por el contrario,
un trato arrogante y despectivo. El (ex) director de Culturas Populares,
José Iturriaga, se enteró por los medios que había
sido sustituido y sobre quién ocupaba su puesto.
La inexperiencia que evidencian algunos de los nuevos
funcionarios es más que preocupante, cuando incluso los experimentados
cometen errores. Uno de estos últimos, reconocido, y cuyo nombramiento
fue bien recibido, Francisco Gil Díaz, cometió un error más
que lamentable al poner en duda la honorabilidad de su antecesor, José
Angel Gurría, con un tema tan delicado como resultó ser el
de los honorarios de los integrantes del equipo de transición.
Aunque sus palabras tenían otro motivo, tiene mucha
razón Víctor Hugo Rascón Banda al señalar los
costos que tiene para el país "nacer y renacer cada año,
cada sexenio, al traer personas externas a las instituciones que pueden
venir a aprender".
El desencanto y el rechazo de importantes grupos de la
comunidad cultural reflejan el enfado de un sector al que se le hizo mucho
ruido pero que, en los hechos, se le prestó poca o nula atención.
¿Por qué tanta demagogia a favor de la cultura si lo que
se está demostrando es que en el proyecto del nuevo gobierno no
se le dará el lugar que merece y que, precisamente, la sociedad
requiere? |