ENTRE PRUDENCIA Y AUTORITARISMO
Las
reacciones políticas ante los lamentables acontecimientos suscitados
el jueves en Tepito no se han hecho esperar. Diputados locales de PRI,
PAN, PVEM y Democracia Social desenfundaron de inmediato para descargar
acusaciones en contra del procurador de Justicia del Distrito Federal,
Samuel del Villar, y exigieron a la jefa de Gobierno, Rosario Robles, un
informe sobre la pasividad de los cuerpos policiacos durante las horas
de desorden social. La exigencia de explicación a los actos de gobierno
por parte de los legisladores es necesaria, es su obligación, pero,
en este caso, más que una reacción política con fundamento
y justificación, los prestos ataques a ambos ilustran el ambiente
de crítica parcial que se ha venido generando en su contra. Al menor
movimiento, se exaltan los errores --que los han tenido-- de las dependencias
del Gobierno del Distrito Federal, más aún si tienen que
ver con Samuel del Villar. Estas reacciones --acto reflejo-- se han vuelto
sistemáticas, aun cuando el procurador ha aplicado la ley conforme
a derecho.
Efectivamente, el jueves hubo errores operativos y la
resistencia vandálica tomó por sorpresa a la Procuraduría
y a la Secretaría de Seguridad Pública, pero, en todo momento,
se aseguraron los derechos generales de los habitantes y vecinos del barrio,
y se actuó dentro del marco de la ley.
¿Cuál sería la opinión de
los detractores a ultranza si anteayer hubiera habido detenciones injustas,
heridos graves entre la población civil, muertos, como se temía
que pudiera ocurrir? Su reacción hubiera sido la misma, o quizá
mucho más virulenta.
Si la fuerza pública hubiera enfrentado a los agresores
con lujo de violencia, allanado moradas y detenido a cualquier transeúnte
bajo sospecha, se hubiera transgredido la ley y caído en prácticas
autoritarias, por las que también otras voces, como algunos medios
de comunicación, se inclinan. Pero no fue así; la población
pudo ver por televisión cómo los elementos de seguridad se
enfocaron en restablecer el orden público que se perdió por
más de 12 horas. En Tepito se vivió un estado de anarquía
e ingobernabilidad, de esto no cabe la menor duda, pero también
quedó claro que los agentes que participaron en el operativo actuaron
con prudencia ante una situación de caos. La zona fue sitiada y
se recuperó la paz social con un saldo blanco.
Cuestionar la "mano blanda" de los cuerpos policiacos
parece más una provocación para la aplicación de la
violencia en este tipo de casos, sin tomar en cuenta la integridad humana,
que una propuesta real para el combate al crimen organizado. Afortunadamente,
en lugar de la fuerza, se aplicó el estado de derecho. Las autoridades
capitalinas asumieron responsabilidades, aun cuando se enfrentaron con
delitos cuyo combate es de competencia federal. Esto, desde luego, no significa
que no haya habido torpezas en la tardía reacción de las
autoridades.
Sí, Tepito es un barril de pólvora y sería
un gravísimo error prender la mecha con la intervención de
la fuerza pública. Este conflicto, como todos los que se viven en
el país, debe ser resuelto conforme a derecho, garantizando la seguridad
de la población. La criminalidad que impera en Tepito debe combatirse
con urgencia, pues su ámbito de influencia va mucho más allá
de ese espacio capitalino. Pero debe hacerse con apego a la ley. Y la ciudadanía
tiene derecho a conocer puntualmente los hechos para valorarlos sin los
matices del partidismo y la exacerbación del descrédito estimulada
por campañas personales.
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