¿PARA QUE?
El origen estuvo en una orden de cateo. Pero no, el origen
real está en el deterioro creciente del barrio de Tepito como centro
de la ilegalidad en todos los órdenes.
El cateo fue exitoso. Sus consecuencias fueron catastróficas.
El tradicional y esperado enfrentamiento entre lugareños y policías
que ha caracteri- zado este tipo de operativos terminó por convertirse
en un motín urbano, en un saqueo brutal, en un destrozo incontrolable
cuando la policía se retiró. Durante horas, Tepito fue tierra
de nadie en la que lo mismo actuaban saqueadores urgidos que vándalos
desfogando su ira, su violencia y su resentimiento.
Con ineficacia, la ley intentó aplicarse. Con eficacia
se vio obligada a retirarse.
Cuando todo aquello amenazaba incluso con desbordar las
calles y avenidas que distinguen al barrio de Tepito, la Procuraduría
General del Distrito Federal ejecutó un operativo nunca antes visto
en la historia de la ciudad de México. 600 patrullas y mil 800 elementos
de diversas corporaciones policiacas, seguidos puntualmente por la televisión,
se dirigieron a la zona del caos a poner orden; fue un alarde para amedrentar,
nada más.
Para cuando tanto vehículo y tanta policía
llegó a Tepito, sus habitantes ya se habían recluido y seguramente
por la televisión se- guían los acontecimientos.
¿Para qué? ¿Cuál es el objetivo
de fondo de esta clase de operativos? ¿Las limitaciones de la ley
pueden propiciar un día de furia sólo para recuperar mercancía
robada y de contrabando?
¿Las limitaciones de la ley impiden, operativo
tras operativo, que sean detenidos los verdaderos cabecillas del crimen
organizado en Tepito?
Tepito lleva años, decenios, siendo lo que es:
territorio en el que se consigue desde drogas hasta computadoras, desde
libros codiciados y antigüedades, hasta prostitutas y niños
dispuestos a todo. Lugar de trabajo y de piqueras. Ningún operativo
ha detenido, mucho menos terminado, con nada de eso. ¿Quién
se beneficia? ¿A quién se protege?
VIETNAM: UNA VISITA HISTORICA
La visita que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton,
realiza actualmente a Viet- nam resulta ciertamente histórica, tanto
porque tiene detrás los inevitables ecos de la sangrienta y estremecedora
guerra que se libró en ese país del sudeste asiático
como por el cambio político y económico que se registra en
esa nación y que el mandatario estadunidense pretende potenciar
en beneficio de los intereses comerciales y geopolíticos de Washington.
Ciertamente, Vietnam ha cambiado de forma significativa
en los últimos 25 años y numerosos factores indican que el
gobierno de Hanoi está decidido a abrir sus fronteras --aunque de
manera controlada-- a la inversión extranjera para adentrarse de
un modo u otro en las aguas de la globalización. Sin embargo, las
heridas del terrible conflicto armado que estremeció al mundo en
los sesenta y setenta permanecen abiertas y nada hace pensar que Washington
esté dispuesto a asumir la responsabilidad moral que le corresponde
por las millones de víctimas que se cobró la brutal ofensiva
militar estadunidense.
Todavía hoy la población vietnamita padece
los efectos del uso indiscriminado de armas, como el agente naranja, y
es frecuente que minas y otros explosivos abandonados maten y mutilen a
los pobladores de las zonas que fueron campo de batalla.
Y aunque la progresiva normalización de las relaciones
y el establecimiento de intercambios comerciales entre ambos países
es un indicio claro de que ha llegado a su fin una etapa en la historia
de ambas naciones, esas circunstancias no diluyen la responsabilidad que
Estados Unidos tiene en una de las guerras más vergonzantes y devastadoras
que ha padecido la humanidad.
Con todo, nada indica que Estados Unidos esté dispuesto
a pedir disculpas por las atrocidades cometidas por su ejército
en Vietnam o a pagar reparaciones por el dolor y la destrucción
infligidos a los vietnamitas durante el conflicto bélico. A lo más,
Clinton busca obtener información sobre los soldados estadunidenses
desaparecidos durante la guerra y pretende despejar los obstáculos
que impiden a las empresas de Estados Unidos invertir a cabalidad en el
país.
Finalmente, el viaje de Clinton a Vietnam tiene una importancia
especial para el todavía inquilino de la Casa Blanca. Con su visita
a ese país, el mandatario estadunidense pretende fortalecer la imagen
del "legado" que su presidencia entrega a Estados Unidos y al mundo. Fracasadas
hasta el momento sus gestiones de paz en Medio Oriente y frenadas por el
Congreso varias de sus iniciativas más ambiciosas, tanto en política
interna como externa, el gesto de reconciliación de Washington con
Vietnam bien le sirve de paliativo.
Y, por añadidura, Clinton deja en claro con su
viaje que mientras la Unión Americana presencia una inesperada disputa
electoral entre dos candidatos que no terminan de dar la talla, él
puede desempeñar un papel de estadista que lo distancia favorablemente,
a los ojos de sus conciudadanos, de los políticos que pretenden
sucederle. |