Espejo en Estados Unidos
México, D.F.miércoles 8 de noviembre de 2000 
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Editorial
 
BUSH Y EL FIN DE LA ERA CLINTON 

SOL En la competencia electoral más apretada de la historia moderna estadunidense, el candidato presidencial republicano, George W. Bush, derrotó a su rival, el vicepresidente Al Gore, y puso fin, así, a un periodo de ocho años de control demócrata de la Casa Blanca. 

Por lo que a México respecta, puede intuirse que Bush será, en materia de migración, mucho más implacable de lo que ha sido Clinton y que pondrá un especial entusiasmo en ensanchar los alcances del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Sin embargo, el perfil político del próximo presidente de Estados Unidos es lo suficientemente anodino, salvo por preocupantes rasgos de conservadurismo --como su propuesta de poner a competir, en las escuelas, la Teoría de la Evolución con la fábula bíblica de la Creación--, como para hacer imposible una previsión de lo que serán las líneas generales de su gobierno en los próximos cuatro años. 

Resulta pertinente, en cambio, reflexionar sobre el fin de la era de Clinton, quien ha sido el presidente con más sentido social que ha tenido el país vecino desde tiempos de Franklin Roosevelt y el New Deal. En 1992, para llegar a la Casa Blanca, Clinton supo aprovechar la vasta reacción social causada por la revolución conservadora de sus antecesores --Ronald Reagan y George Bush padre-- y la falsa y efímera prosperidad de la reaganomics. Tras ocho años de mandato, el demócrata de Arkansas deja, como saldos positivos, una economía sólida, una reducción neta de la pobreza, un relanzamiento del liderazgo político, económico y tecnológico de Washington en la escena mundial y una política exterior que, por contraste con la de sus antecesores, resulta prudente y moderada. 

Ciertamente, existe una marcada diferencia entre los dos mandatos consecutivos de Clinton: si en el primero fue evidente la preocupación gubernamental por acortar la enorme brecha entre ricos y pobres que dejaron las tres anteriores administraciones republicanas, el segundo fue mucho más centrista, en parte por el acoso conservador, que culminó con el vergonzoso episodio del linchamiento moral del presidente. 

Ahora los conservadores, de la mano de Bush, estarán de vuelta en la Casa Blanca. Pero, aunque es muy pronto para saber lo que hará Bush con el poder presidencial, es claro que no podrá borrar fácilmente la obra gubernamental de Clinton. El simple retorno a los postulados y las prácticas de la Revolución Conservadora es histórica y moralmente imposible, porque el mundo y Estados Unidos han evolucionado mucho, para bien y para mal, desde los tiempos negros de Reagan y Bush padre.

 

 

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