BUSH Y EL FIN DE LA ERA CLINTON
En la competencia electoral más apretada de la historia
moderna estadunidense, el candidato presidencial republicano, George W.
Bush, derrotó a su rival, el vicepresidente Al Gore, y puso fin,
así, a un periodo de ocho años de control demócrata
de la Casa Blanca.
Por lo que a México respecta, puede intuirse que
Bush será, en materia de migración, mucho más implacable
de lo que ha sido Clinton y que pondrá un especial entusiasmo en
ensanchar los alcances del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte. Sin embargo, el perfil político del próximo presidente
de Estados Unidos es lo suficientemente anodino, salvo por preocupantes
rasgos de conservadurismo --como su propuesta de poner a competir, en las
escuelas, la Teoría de la Evolución con la fábula
bíblica de la Creación--, como para hacer imposible una previsión
de lo que serán las líneas generales de su gobierno en los
próximos cuatro años.
Resulta pertinente, en cambio, reflexionar sobre el fin
de la era de Clinton, quien ha sido el presidente con más sentido
social que ha tenido el país vecino desde tiempos de Franklin Roosevelt
y el New Deal. En 1992, para llegar a la Casa Blanca, Clinton supo aprovechar
la vasta reacción social causada por la revolución conservadora
de sus antecesores --Ronald Reagan y George Bush padre-- y la falsa y efímera
prosperidad de la reaganomics. Tras ocho años de mandato, el demócrata
de Arkansas deja, como saldos positivos, una economía sólida,
una reducción neta de la pobreza, un relanzamiento del liderazgo
político, económico y tecnológico de Washington en
la escena mundial y una política exterior que, por contraste con
la de sus antecesores, resulta prudente y moderada.
Ciertamente, existe una marcada diferencia entre los dos
mandatos consecutivos de Clinton: si en el primero fue evidente la preocupación
gubernamental por acortar la enorme brecha entre ricos y pobres que dejaron
las tres anteriores administraciones republicanas, el segundo fue mucho
más centrista, en parte por el acoso conservador, que culminó
con el vergonzoso episodio del linchamiento moral del presidente.
Ahora los conservadores, de la mano de Bush, estarán
de vuelta en la Casa Blanca. Pero, aunque es muy pronto para saber lo que
hará Bush con el poder presidencial, es claro que no podrá
borrar fácilmente la obra gubernamental de Clinton. El simple retorno
a los postulados y las prácticas de la Revolución Conservadora
es histórica y moralmente imposible, porque el mundo y Estados Unidos
han evolucionado mucho, para bien y para mal, desde los tiempos negros
de Reagan y Bush padre. |