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México, D.F. sábado 4 de noviembre de 2000 
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Editorial
  
LA RELECCION DE RODRIGUEZ ALCAINE 

SOL En México, la palabra "cambio" está de moda. Quienes la pronuncian, hacen con ella referencia a la democracia, la modernización, la honradez; para ellos, el "cambio" llegó para sepultar 70 años de gobiernos corruptos. Sin embargo, el cambio al que se refieren no se puede dar de un día para otro. El país se encuentra en un proceso transitorio que, por su complejidad, se dilata en el alcance democratizador de todas las instituciones sociales, más aún, en las que por su origen viciado y razón de ser (ad hoc del PRI) se resisten a la participación organizada de la ciudadanía. 

Definitivamente, los vientos del cambio no soplaron ayer en el auditorio Fernando Amilpa de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), donde, a la vieja usanza, los electricistas religieron por sexta ocasión consecutiva a Leonardo Rodríguez Alcaine como dirigente del Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM). 

Para consolidar su triunfo, Rodríguez Alcaine, indiscutible miembro de la elite de gestores del charrismo sindical y maestro del corporativismo, menguó la participación de los integrantes de la planilla opositora Cambio y Democracia Sindical, quienes, una vez dentro del auditorio, se toparon de frente con una muralla de concreto macizo y más de medio siglo de antigüedad: el sindicalismo arcaico. 

Frente a una estructura de tal magnitud, las demandantes voces opositoras pasaron casi inadvertidas. Los delegados de dicha planilla padecieron el vituperio colectivo de los alineados, de la cargada a favor de Rodríguez Alcaine. La planilla que pretendía democratizar la elección mediante el ejercicio del voto universal, directo, secreto, se llevó los abucheos, los insultos y un contundente "no" como respuesta. 

Ganó la vieja usanza, ganó la Asamblea Representativa, la cooptación del voto gremial... ¿y el cambio? No hay tal en el sindicalismo mexicano; los modos, los intereses y los métodos para lograrlos siguen siendo los mismos. 

Lo sucedido ayer en el 24 congreso nacional ordinario del SUTERM es un claro ejemplo de que a México le falta todavía mucho camino por recorrer para alcanzar la democracia. Existen aún viejos muros que se resisten, que se muestran impenetrables, indivisibles. 

Momentos antes de iniciarse el congreso, en la residencia oficial de Los Pinos, el presidente Ernesto Zedillo elogió al octogenario líder sindical por el compromiso que --dijo--, durante décadas, ha mostrado en la defensa de los derechos de los electricistas. Zedillo agradeció a Rodríguez Alcaine y aprovechó el foro para canalizar apoyos en torno a las reformas de la industria eléctrica que hereda al gobierno entrante. Al más puro estilo priísta, el presidente en turno dictó a los representantes de los electricistas la que puede ser su última "línea". En esta ocasión, Zedillo reiteró la necesidad de privatizar el sector eléctrico. 

Leonardo Rodríguez Alcaine, secretario general del SUTERM desde 1976 y de la CTM desde la muerte de Fidel Velázquez en 1997, representará al sector durante los próximos seis años y será el responsable de los tratos de los electricistas con el próximo gobierno. Siempre polémico, el líder sindical jugará un papel crucial en el destino que se depara a la industria eléctrica nacional. Un viejo líder ante las múltiples interpretaciones de la palabra "cambio". 
 

 

 

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