CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE
La muerte de por lo menos dos civiles israelíes tras
la explosión de un coche bomba en Jerusalén, ha provocado
el aplazamiento de la declaración de alto el fuego prevista para
ser anunciada la tarde de ayer por Arafat y Barak. Con este atentado, primero
en cobrar víctimas civiles en Israel desde que comenzó la
nueva Intifada, las posibilidades de solución al conflicto por la
vía del diálogo parecen diluirse en las aguas turbias de
la venganza y el odio.
La ola de violencia iniciada el pasado 28 de septiembre
ha cobrado la vida de cientos de palestinos y cerca de 20 israelíes.
Las crudas imágenes de las hostilidades han mostrado al mundo la
deshumanización de una lucha territorial que se desarrolla, precisamente,
en la cuna de las tres principales religiones monoteistas. La dimensión
étnico-religiosa del conflicto, es la bandera de guerra que pretende
legitimar las atrocidades que son capaces de cometer tanto palestinos como
israelíes.
El odio milenario, el resentimiento cuasi genético,
está superando a la política, la negociación, el diálogo.
Por destino histórico, palestinos y judios han tenido que compartir
(?) el territorio --tierra santa para ambos-- y no han podido asimilar,
en el caso de los palestinos, que a los judios les corresponda un territorio
(Estado) por decreto de las Naciones Unidas. Por su parte, los israelíes
han desarrollado un sistema de seguridad nacional en extremo agresivo para
con los países vecinos, y han aprovechado al máximo su poderío
económico y la relación, que a partir de éste, mantienen
con Estados Unidos.
Es decir: desde 1948, año en que se delimitaron
la fronteras, no ha existido la voluntad de convivencia. Ambas partes partieron
de la desconfianza al iniciar una nueva etapa; para unos... impuesta, para
los otros... otorgada. El problema es de fondo. A pesar de importantes
avances logrados en la relación durante los últimos años,
el odio y la sed de venganza persisten. Si el menhir del conflicto es el
credo, el primer paso para la paz es el perdón. Si el odio se desenvuelve
en el ámbito religioso, compete a los líderes religiosos
enseñar a su gente a perdonar. Una vez atacado el problema de fondo,
posiblemente los principales actores en las negociaciones por la paz logren
cambiar de actitud. Tal vez sea mucho pedir, pero los hechos y la naturaleza
del conflicto lo confirman: musulmanes y judios, muestren humildad; palestinos
e israelitas, tolerancia. Por lo pronto, el proceso de diálogo se
topó con un nudo. El atentado de ayer activó una alarma bélica
que puede traer serias consecuencias. |