Espejo en Estados Unidos
México, D.F. viernes 3 de noviembre de 2000 
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Editorial
  
CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE 

SOL La muerte de por lo menos dos civiles israelíes tras la explosión de un coche bomba en Jerusalén, ha provocado el aplazamiento de la declaración de alto el fuego prevista para ser anunciada la tarde de ayer por Arafat y Barak. Con este atentado, primero en cobrar víctimas civiles en Israel desde que comenzó la nueva Intifada, las posibilidades de solución al conflicto por la vía del diálogo parecen diluirse en las aguas turbias de la venganza y el odio. 

La ola de violencia iniciada el pasado 28 de septiembre ha cobrado la vida de cientos de palestinos y cerca de 20 israelíes. Las crudas imágenes de las hostilidades han mostrado al mundo la deshumanización de una lucha territorial que se desarrolla, precisamente, en la cuna de las tres principales religiones monoteistas. La dimensión étnico-religiosa del conflicto, es la bandera de guerra que pretende legitimar las atrocidades que son capaces de cometer tanto palestinos como israelíes. 

El odio milenario, el resentimiento cuasi genético, está superando a la política, la negociación, el diálogo. Por destino histórico, palestinos y judios han tenido que compartir (?) el territorio --tierra santa para ambos-- y no han podido asimilar, en el caso de los palestinos, que a los judios les corresponda un territorio (Estado) por decreto de las Naciones Unidas. Por su parte, los israelíes han desarrollado un sistema de seguridad nacional en extremo agresivo para con los países vecinos, y han aprovechado al máximo su poderío económico y la relación, que a partir de éste, mantienen con Estados Unidos. 

Es decir: desde 1948, año en que se delimitaron la fronteras, no ha existido la voluntad de convivencia. Ambas partes partieron de la desconfianza al iniciar una nueva etapa; para unos... impuesta, para los otros... otorgada. El problema es de fondo. A pesar de importantes avances logrados en la relación durante los últimos años, el odio y la sed de venganza persisten. Si el menhir del conflicto es el credo, el primer paso para la paz es el perdón. Si el odio se desenvuelve en el ámbito religioso, compete a los líderes religiosos enseñar a su gente a perdonar. Una vez atacado el problema de fondo, posiblemente los principales actores en las negociaciones por la paz logren cambiar de actitud. Tal vez sea mucho pedir, pero los hechos y la naturaleza del conflicto lo confirman: musulmanes y judios, muestren humildad; palestinos e israelitas, tolerancia. Por lo pronto, el proceso de diálogo se topó con un nudo. El atentado de ayer activó una alarma bélica que puede traer serias consecuencias.

 

 

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