CHIAPAS: REQUISITOS PARA LA PAZ
El político Rodolfo Elizondo, integrante del primer
círculo de colaboradores del presidente electo, Vicente Fox, anunció
ayer que éste tiene previsto, entre sus primeras medidas tras la
toma de posesión, acatar formalmente los acuerdos de San Andrés
Larráinzar, comenzar la reducción de la fuerza militar que
se mantiene acantonada en Chiapas y lanzar un plan estratégico para
la pacificación y el desarrollo de esa entidad.
Tales señalamientos resultan esperanzadores y plausibles,
sobre todo cuando está a punto de terminar un gobierno que, en lo
que se refiere a la construcción de soluciones a los conflictos
chiapanecos, bien podría denominarse el sexenio perdido.
A las intenciones pacificadoras del equipo de Fox ha de
sumarse el próximo arribo a la gubernatura chiapaneca de Pablo Salazar
Mendiguchía, el cual será el primer ejecutivo estatal no
priísta y se encuentra por ello, en principio, en condiciones de
facilitar la reactivación del diálogo entre el gobierno federal
y la directiva del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Poner fin al cerco militar a las comunidades zapatistas
y reactivar y culminar el proceso de paz entre las autoridades nacionales
y la organización indígena rebelde --interrumpido por la
decisión del actual Ejecutivo federal de desconocer los acuerdos
de San Andrés-- son sin duda requisitos centrales e indispensables
para la normalización de la entidad, pero no los únicos.
Se necesita además un programa de acciones en los ámbitos
del desarrollo económico y social y una profunda reforma de la institucionalidad
local para atacar y corregir las causas profundas del levantamiento de
enero de 1994.
En su afán por minimizar a los pueblos rebeldes,
la administración que termina el próximo 1o. de diciembre
pretendió impulsar unilateralmente una transformación rápida
de las lacerantes condiciones humanas en las regiones del conflicto y a
ello destinó, según el discurso oficial, enormes sumas de
dinero. A la vista de los resultados cabe suponer que tales recursos, si
efectivamente existieron, se extraviaron en los laberintos de la corrupción
pública, o fueron empleados de manera errática, o ambas cosas.
En todo caso, el empeño zedillista por resolver el conflicto mediante
la aplicación de gasto social se realizó sin tomar en cuenta
el sentir de los supuestos beneficiarios, los cuales han permanecido la
mayor parte de estos seis años con la ocupación militar de
sus regiones y con permanente hostigamiento de soldados, paramilitares
y policías estatales. Difícilmente puede reconocerse en ese
proceder un espíritu auspicioso para lograr la paz con justicia
y, sobre todo, con dignidad, que reclaman los alzados.
En este fin de año, con las sucesiones en los poderes
ejecutivos federal y estatal, se abre una oportunidad inapreciable y prometedora
para retomar la tarea de la pacificación en forma integral, incluyente
y constructiva. Cabe hacer votos porque los ofrecimientos de Fox y de Salazar
Mendiguchía se concreten y el país pueda dejar atrás
el doloroso capítulo de la rebelión indígena y las
circunstancias que la generaron. |