BUROCRATAS, LA PARTE MAS DELGADA DE LA CUERDA
Las
manifestaciones de los burócratas federales, que desquiciaron la
ciudad, están causando la irritación de ciudadanos que, sin
pensar mucho, condenan la acción colectiva de estos trabajadores.
Convendría, por lo tanto, ver más serenamente las motivaciones
de los mismos y cuáles intereses, además, se mueven en este
movimiento tratando de pescar en agua turbia.
En primer lugar --aunque es evidente el intento del líder
sindical de los burócratas, Joel Ayala, de obtener influencia en
sus bases y prestigio para negociar con el nuevo gobierno-- el movimiento
va más allá de las maniobras interesadas de los aprovechadores
del campo sindical. Los burócratas, en efecto, están ofendidos
en su visión --falsa o correcta-- de lo que es la justicia. Han
recibido durante sexenios un sobresueldo bastante raquítico --el
bono sexenal-- que consideraban ya derecho adquirido --aunque así
no fuese ni resultase legal-- y repentinamente se ven privados de algo
con lo que pensaban reflotar su magra economía. Por otro lado, ven
cotidianamente los gastos superfluos o de representación de los
funcionarios y reciben amplia información, por todos los medios,
sobre el pago --tampoco previsto por el presupuesto ni discutido en el
Congreso-- de un sueldo de presidente y de sueldos de secretarios, durante
meses, a un segundo gobierno aún fuera de su cargo. Independientemente
de que se pueda discutir que los presidentes electos y los posibles secretarios
provenientes del PRI no necesitaban trabajar para la transición,
pues formaban ya parte del gobierno, ni cobrar porque ya estaban en la
nómina, lo que queda ante la opinión pública es el
despilfarro de los impuestos ciudadanos y la discrecionalidad del actual
gobierno en la concesión de dinero del contribuyente. O sea, la
impresión de que existen hijos y entenados, de que se realiza un
ahorro en sentido único (deben ahorrar y ser austeros sólo
los más pobres) y de que el criterio legal es dejado de lado en
el caso de los poderosos.
''La cuerda se rompe por lo más delgado'', pensaron
los burócratas que, a diferencia de los funcionarios, reciben salarios
realmente de miseria ni siquiera compensados por los extras que, aparte
de no ser contabilizados para la indemnización ni las jubilaciones,
les son descontados en las quincenas. A la protesta moral por lo que sienten
como un escarnio, los burócratas agregan, sin hacerlo explícito,
una protesta por la enorme separación del abanico salarial desde
el punto de vista de las diferencias según las jerarquías
y los privilegios políticos. Es cierto que los burócratas,
a diferencia de los funcionarios, que se pueden ver obligados a renunciar
en cualquier momento, están seguros en sus puestos. Es cierto también
que el nivel de responsabilidad no es comparable. Pero a los burócratas
la estabilidad no les basta, pues sus salarios son muy inferiores a los
que rigen en la iniciativa privada y es cosa sentada que el Estado no puede
integrar a los mismos los premios y ventajas que otorga ''fuera del sobre'',
porque si lo hiciera no podría pagar ni el Seguro Social ni las
eventuales indemnizaciones, además de que se le desbordarían
las jubilaciones. De modo que los burócratas, como otros empleados
estatales (maestros, profesores universitarios) tienen sueldos ridículos
que les impiden dejar de trabajar so pena de morirse de hambre y, en cambio,
estimulan el ''multichambismo'' y hasta la corrupción, que también
les ofenden. Ha llegado por consiguiente la hora de tomar el toro por los
cuernos y, para tener un sector estatal eficiente, dar salarios dignos,
cerrar el abanico salarial hacia arriba, establecer plena transparencia
en la comunicación entre las partes y en la adopción de decisiones.
Es necesario sincerar la actual situación en la que impera un simulacro
de compensación salarial, por un lado, y uno de productividad por
el otro, mientras las grandes palabras sobre las obligaciones morales (de
los demás) vuelan por doquier. |