DESCOMPOSICION
La conversación telefónica sostenida en días
recientes entre Raúl y Adriana Salinas de Gortari, en la que el
primero involucra a su hermano Carlos en el desvío de recursos del
erario y en la expedición de pasaportes falsos, y que fue difundida
anteayer por Joaquín López Dóriga en un noticiero
televisivo tiene, más allá de la espectacularidad y del amarillismo
que pueda suscitar, implicaciones fundamentales para el país.
En primer lugar, tanto el contenido en sí de la
plática como los mecanismos que hicieron posible su difusión
masiva en horario estelar constituyen síntomas inequívocos
del grado de descomposición alcanzado por el grupo de neoliberales
que se hizo del poder presidencial en 1988 y que lo mantiene hasta la fecha,
a pesar de los disensos, las rupturas, los escándalos, los encarcelamientos
y los homicidios ocurridos entre sus integrantes. El antecedente inmediato
y el contexto de la revelación es el libro presentado en días
recientes por Salinas y la parafernalia mediática que desplegó
en torno a su lanzamiento; tanto en la obra escrita como en sus declaraciones
públicas, el ex presidente exhibió una clara obsesión
por, con razón o sin ella, endosar a su sucesor en el cargo todas
las culpas por los sucesivos desastres gubernamentales de estos 12 años.
La discusión a gritos entre Raúl y Adriana
muestra que esa descomposición ha llegado incluso al entorno familiar
de los Salinas y coloca al ex presidente en una situación por demás
delicada, toda vez que parece confirmar las sospechas nacionales en el
sentido de que el "hermano incómodo" en realidad ha sido su prestanombres
y su administrador en el manejo de dineros mal habidos. En la lógica
más elemental de un estado de derecho, esos indicios deben conducir
a una rigurosa investigación judicial del ex presidente y de su
entorno familiar y político, y al esclarecimiento de las responsabilidades
administrativas y penales correspondientes.
Al mismo tiempo, la extraña oportunidad y la facilidad
con que ese diálogo llegó a los medios obligan a sospechar
la participación de altas esferas del poder público en la
intervención, grabación y filtración del telefonema.
Esos hechos implican la comisión de delitos que deben, asimismo,
ser investigados y esclarecidos. Es claro que la virulenta pugna entre
los dos presidentes del ciclo salinista traslada al próximo gobierno
la responsabilidad política de conducir y concluir, con apego a
derecho, ambas investigaciones.
En suma, el intercambio presentado por el noticiero de
Televisa ha dejado a los Salinas de Gortari --a tres de ellos, por lo menos--
en un predicamento legal y ha empeorado sustancialmente la de por sí
negativa imagen pública de la familia. Pero la revelación
deja mal paradas, también, a las autoridades actuales --surgidas
del salinismo y continuadoras de su obra en materia de arrasamiento económico
y social--. Además, esa revelación es vista como una respuesta
vergonzante, encubierta y delictiva, al alud de acusaciones lanzado por
Salinas contra el presidente Zedillo. |