DE LA RUA: NEGAR LA CRISIS
El mandatario argentino, Fernando de la Rúa, minimizó
ayer la renuncia del vicepresidente Carlos Alvarez y negó que su
gobierno pase por una crisis política. Sin embargo, los conflictos
al interior de la coalición gobernante (conformada por el Partido
Radical de De la Rúa y el Frente País Solidario, Frepaso,
del dimitente Alvarez y de la ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández
Meijide) son inocultables. Tras el retiro del vicepresidente renunció
el recién promovido secretario general de la Presidencia, Alberto
Flamarique, y el sucesor provisional de Alvarez en la presidencia del Senado,
José Genoud, ha puesto su dimisión sobre la mesa.
La crisis actual tiene como antecedente inmediato el descubrimiento
de presuntos sobornos a senadores de oposición para que aprobaran,
en abril pasado, una propuesta oficialista de modificaciones a la ley del
trabajo. La renuncia del vicepresidente Alvarez fue motivada por la resistencia
gubernamental a ir a fondo en las investigaciones y a aislar a políticos
que, como Flamarique, pudieran estar involucrados.
En lo inmediato, entre la ciudadanía la confianza
en el presidente De la Rúa ha ido en picada, hasta situarse en 23
por ciento, mientras que Alvarez, tras su renuncia, elevó la suya
hasta doblar esa proporción. Ello puede explicarse en virtud de
que el ex vicepresidente era visto como una garantía de congruencia
en el combate a la vasta corrupción estatal que dejó como
herencia Carlos Menem después de sus dos mandatos sucesivos.
A la crisis política existente ?por más
que el mandatario se empeñe en negarla-- debe agregarse el mal resultado
de la economía, que se traduce en una perceptible caída del
nivel de ingresos entre las mayorías del país sudamericano.
Se configura, así, el posible desmantelamiento de la esperanza con
que fue recibido el triunfo hace un año el triunfo electoral de
la alianza gobernante.
Hacia el exterior, con su manejo de la presente crisis,
De la Rúa ha enviado una señal inequívoca: ha preferido
utilizar el poder presidencial para marginar a quienes, desde el gobierno,
demandaban transparencia y probidad, antes que para combatir frontalmente
a los corruptos. |