PRAGA: EXASPERACION GLOBALIFOBICA
En Praga, donde se lleva a cabo la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), ha vuelto a sorprender la magnitud de las protestas -que degeneraron en enfrentamientos contra la policía checa, con un saldo de un centenar de lesionados-- contra las reglas económicas mundiales impuestas por la globalización. Como ocurrió en Seattle, Washington y Londres, en encuentros anteriores de los máximos dirigentes de las finanzas planetarias, pero con una exasperación mayor, decenas de miles de integrantes de organizaciones no gubernamentales han expresado su rechazo a unas reglas del juego caracterizadas por la apertura indiscriminada de fronteras, la demolición de los sectores públicos de la economía, la disciplina fiscal y salarial y el sacrificio de los intereses sociales mayoritarios en aras del desarrollo de la especulación financiera.
Ni la deplorable violencia ocurrida en la capital checa, originada al parecer por pequeños grupos, ni el radicalismo y la exasperación de algunas de las organiza- ciones, bastan para descalificar una expresión de descontento internacional acaso sin precedente, en la que confluyen ambientalistas, luchadores políticos, defensores de derechos humanos, sindicalistas y promotores de los derechos de las minorías o de los grupos sociales oprimidos, por lo que parece haberse convertido en receta universal de gobierno: democracia formal, libertinaje de mercado y destrucción sistemática de las singularidades locales, regionales y nacionales.
La irritación, que es mucho más que un simple descontento contra el FMI y el BM, permite apreciar la dimensión de la destrucción humana que ha provocado una globalización guiada por la ideología neoliberal: pérdida de empleos y de conquistas laborales históricas, devastación de tejidos sociales, aplastamiento mercantil de la diversidad humana, reducción de regiones y países enteros a la condición de exportadores de mano de obra, anulación de facto de derechos individuales y colectivos.
Pese al desdén tecnocrático con que han sido vistos en las esferas gubernamentales de varias naciones -entre ellas, la nuestra-- los globalifóbicos de todos los signos han obtenido ya sus primeras victorias políticas: el presidente Bill Clinton; el titular del FMI, James Wolfensohn, y el director gerente del BM, Horst Kohler, han debido reconocer, en distintas ocasiones, la legitimidad de las demandas de los manifestantes; los dirigentes de los organismos referidos incluso han empezado a desplazar sus consignas tradicionales -combate a la inflación, disciplina fiscal, privatización de todo lo imaginable- por exhortaciones a disminuir y erradicar la pobreza.
Es alentador, especialmente si se considera que la movilización mundial de los globalifóbicos apenas está comenzando.
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