EL PETROLEO Y LA COHERENCIA
Washington, el más férreo defensor de cancelar la participación de los Estados para no trabar y deformar el libre mercado, decidió desbloquear sus reservas estratégicas de petróleo ofertando 30 millones de barriles, a fin de detener una mayor alza del oro negro. Al mismo tiempo, el Ente Nazionale Idrocarburi (ENI, empresa estatal petrolera italiana fundada por Enrico Mattei para combatir el oligopolio de las Siete Hermanas) e incluso el gobierno francés, que participó activamente en la Guerra del Golfo contra Irak, descubren con algún retraso que el bloqueo a ese país y las trabas a sus exportaciones petroleras son dañinos.
Para sacar a Estados Unidos de su fundamentalismo librecambista y a todas las capitales de los países industrializados de su extremismo político contra el llamado Satán Saddam Hussein, bastó la ley de la oferta y la demanda. Fue suficiente que la menor oferta de petróleo hiciera subir su precio y que eso aumentara la inflación en esos países, al encarecer el transporte y los consumos de energía; bastó que se incrementaran las dificultades del saturado mercado de automóviles, se impulsara al alza los salarios (para responder a la inflación) y se agravara la protesta social, para que esos países cambiaran su visión del mercado y la percepción de su supuesto mayor enemigo político.
Los gobiernos en cuestión, que buscan reducir al mínimo el precio de las materias primas, entre ellas el petróleo, para bajar costos y salarios reales y aumentar las ganancias empresariales, no piensan en los efectos del incremento del precio del combustible para los países importadores netos, como Cuba, pues ya golpeados por la caída del precio de sus materias primas exportables, deben reducir sus planes de desarrollo al tener que dedicar sus escasas divisas fuertes a la importación de menores cantidades del indispensable combustible, que deben racionar cada vez más.
Podría ser conveniente para los países exportadores de carburante y para los importadores encontrar un precio aceptable para todos, que facilite sus economías, sin sacrificar las necesidades de desarrollo de los países petroleros ni las de los importadores netos de combustibles.
Pero la cuestión es otra: se trata de la enésima confirmación del carácter instrumental y de la hipocresía de las recomendaciones de quienes predican lo contrario de lo que practican. Bienvenida sea, por consiguiente, la crisis petrolera si llevara a acabar con la práctica del bloqueo a los países (Irak, y en parte Irán y Libia) que las grandes potencias, sedes de las Siete Hermanas, ponen en la picota como "Estados delincuentes" sólo para tener el monopolio del petróleo, cada vez más caro porque es gradualmente más escaso. Bienvenida esta crisis si los apóstoles del neoliberalismo se ven obligados a echar a la basura un jirón más de su ideología y a dejar de satanizar la intervención estatal en la economía. Bienvenida si las grandes empresas aprenden que la mundialización no es una carretera lisa con sentido único -el que lleva a someter las economías de los países dependientes- y puede ser también utilizada contra los dictados de las 200 grandes empresas trasnacionales que controlan la producción mundial, y en contra también de lo que sostienen las bulas apostólicas de sus sacerdotes de las grandes instituciones financieras (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y de sus monaguillos en los gobiernos.
Estas instituciones están reconociendo que deben asumir un perfil bajo ante la creciente protesta mundial contra sus políticas y, también, que sus previsiones sobre un crecimiento rápido y constante de la economía de las grandes potencias pueden ser desmentidas... por el libre mercado, en este caso petrolero. Eso no es poco.
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