FRENTE A FRENTE IRRESPONSABLEMENTE
La organización vasca ETA continúa matando, siembra el pánico, reivindica sus atentados y, con deleite macabro, anuncia otros actos semejantes. Por su parte, el gobierno ultraconservador de Madrid no encuentra otra "solución" que la policial y rehúsa cualquier diálogo, incluso con los nacionalistas vascos moderados que repudian el terrorismo, y exige de los mismos que radicalicen su posición y rompan todo lazo con el partido independentista Euskal Herritarrok, el único canal para poder influir eventualmente sobre el grupo armado, si es que éste no ha escapado a todo control político. Incluso la presión de los partidos opositores y de las organizaciones sindicales españolas no ha podido superar la intransigencia del gobierno de Aznar, que no se preocupa por los ciudadanos comunes ni por los millones de turistas que están de vacaciones en España, que pueden ser víctimas en cualquier momento de un cochebomba o un atentado de los terroristas. El fundamentalismo de éstos, por su parte, les lleva a despreciar igualmente el costo humano y político entre vascos y no vascos de la muerte y el terror que siembran cotidianamente.
En esta brega trágica entre dos rivales que comparten el mismo desprecio por la sociedad y la misma lógica fascista según la cual los muertos se contabilizan políticamente (Mussolini, al invadir Francia, dijo a sus generales que necesitaba 10 mil muertos italianos para poder negociar con Hitler el reparto del botín), están apresados los vascos, los españoles, quienes visitan España, la democracia, la civilización misma.
Es absolutamente repudiable que Euskal Herritarrok se niegue a condenar el terrorismo que es funesto, además, para su causa, pero es aún peor, si cabe, que el gobierno, que debe velar por los intereses de todos los ciudadanos, sólo piense en echar leña al fuego de la locura y en cerrar todos los puentes a la negociación a una salida política. Los vascos no olvidan la represión durante la larga dictadura de Franco y el hecho de que el actual presidente de gobierno haya sido públicamente franquista no le ayuda mucho en sus relaciones con los líderes vascos demócratas o moderados que, junto con el Sinn Fein irlandés, son los únicos lazos posibles con los independentistas. El gobierno debería razonar y dar el primer paso demostrando una clara voluntad negociadora, llamando a ETA a discutir civilizadamente y haciendo concesiones humanitarias en el caso de los etarras presos. Si aun así no obtuviese resultados al menos habría demostrado al País Vasco, a España y al mundo que está dispuesto a intentar todo para acabar con la política del terror de las bombas o del terror de Estado.
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