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México, D.F. miércoles 9 de agosto de 2000
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TRIUNFO DE LA JUSTICIA

SOL La decisión de la Corte Suprema de Chile de ratificar de manera inapelable el desafuero de Augusto Pinochet constituye una sentencia histórica y un triunfo para la justicia y la vigencia de los derechos humanos. Ahora, el ex dictador perderá la inmunidad que gozaba en su carácter de senador vitalicio -cargo creado por él mismo como forma de escudarse jurídicamente- y podrá ser procesado por su responsabilidad en los crímenes perpetrados por la Caravana de la Muerte, una operación militar que persiguió, secuestró, asesinó y desapareció a opositores en tiempos de la dictadura chilena.

El fallo del máximo tribunal coincide con la opinión de la mayoría de los chilenos, que considera a Pinochet responsable de las atrocidades cometidas durante su sangriento régimen, y despeja uno de los principales obstáculos para la consolidación democrática y la reconciliación social en Chile: la ominosa impunidad que gozaba el ex dictador. Además, el desafuero de Pinochet es un auspicioso indicador de que el sistema judicial de Chile ha comenzado a librarse de las ataduras políticas, históricas o ideológicas que habían acotado en el pasado su margen de maniobra.

El veredicto, también, tiene una relevancia de alcance internacional, pues pone de manifiesto que es posible llevar ante la justicia a quienes, en América Latina y otras partes del mundo, han alcanzado y ejercido el poder de forma criminal.

Aunque es probable que los alegatos sobre la edad y la mala salud de Pinochet finalmente aparten al general de los tribunales, la derrota jurídica, moral e histórica del ex dictador es evidente. Sin embargo, es claro que la celebración del juicio y la eventual condena de Pinochet constituyen medidas necesarias para empezar a restituir, en Chile y en el mundo, la primacía de la ley, de los derechos humanos y de los valores democráticos sobre el crimen, la tiranía y la barbarie. Juzgar a Pinochet -qué mejor que sea en su propio país- es la única manera de hacer justicia a las víctimas de la dictadura, de dar sosiego al sufrimiento de sus familiares y de despejar el camino para la reconciliación política y social de Chile.

Ahora, junto al juicio de Augusto Pinochet, la sociedad chilena deberá hacer frente a una serie de retos de suyo difíciles pero que será indispensable superar para cerrar definitiva y dignamente una época trágica.

Entre ellos destacan la subordinación completa del ejército al poder civil, el fortalecimiento de las instituciones y los partidos democráticos y la desactivación de los grupos retardatarios que amenazan todavía la paz, la libertad y los derechos de los chilenos. Es de desear que tales medidas tengan lugar de manera pronta, pacífica y justa, para bien de las mujeres y los hombres de Chile y del mundo.


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