Espejo en Estados Unidos
México, D.F. domingo 6 de agosto de 2000
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Editorial

LOS VUELOS DEL AGUILA

SOL El presidente cubano Fidel Castro, al conmemorar solemnemente el comienzo de la revolución que derribó en 1959 la dictadura de Fulgencio Batista sostenida por Estados Unidos, habló sobre los aspirantes a la presidencia de ese país, y en particula sobre la convención republicana que acaba de lanzar a George W. Bush como candidato a la Casa Blanca.

En su alocución, el líder cubano hizo notar al candidato republicano, que según las encuestas es favorito para ganar la contienda electoral, que el gobierno cubano tiene conocimiento de las conversaciones de aquél con la mafia cubano-estadunidense de Miami, en las cuales se habría ventilado la posibilidad de atentados contra los gobernantes cubanos (el padre del candidato republicano y ex presidente de Estados Unidos fue también jefe de la CIA) y advirtió al actual gobernador texano (muy ligado a intereses petroleros y socio del ex presidente argentino Carlos Menem) que la política armamentista y el conservadurismo agresivo que propone, en el caso de ganar la presidencia, podría juntar contra Washington a todos los que se sentirían amenazados. Al mismo tiempo, Castro denunció que los objetivos que se ventilaron en la reunión republicana (imponer una hegemonía vasta y plurisecular como hicieron los antiguos romanos) presuponen "anexar económicamente a México y subordinarlo políticamente", convirtiendo así a nuestro país en un vasallo proveedor de mano de obra barata y de materias primas con precios viles. Según el mandatario cubano este programa tácito, que él atribuye al republicano George W. Bush, sería muy similar al del también conservador candidato demócrata Albert Gore, de modo que, en esa lógica, toda América Latina y en particular nuestro país correrían un peligro inminente, ya que en pocos meses los hechos seguirían a las proclamaciones electorales. El ave rapaz que campea en el emblema estadunidense se lanzaría entonces sobre su coto inmediato de caza, nuestro continente y México recibiría, en ese caso, la primera agresión político-económica.

Sean cuales fueren las capacidades de previsión de Fidel Castro (que no fueron muy brillantes en el caso de la ex Unión Soviética) lo cierto es que América Latina y en particular México dependen excesivamente, en lo económico y en lo político, del poderoso vecino norteño. Diversificar los mercados, encontrar otros socios en otras latitudes, desarrollar prioritariamente los acuerdos intralatinoamericanos en vez de apostarle todo a una integración subordinada en un acuerdo de libre comercio de alcance continental, que claramente beneficiaría sobre todo a Estados Unidos, se convierte en una tarea urgente y necesaria. Sólo así se podría preservar la independencia de nuestros países, favorecer su desarrollo, poner en común sus capacidades y buscar relaciones más equilibradas y justas con las grandes potencias. Sólo así se podría participar plenamente en una globalización que enriquezca a todos y no sea simplemente la sumisión de los súbditos -en la pax americana como en la pax romana- a la voluntad imperial del soberano.


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