VENEZUELA: LOS SALDOS Y LOS RETOS
El largo proceso electoral de Venezuela, que ayer concluyó con un amplio triunfo de Hugo Chávez, deja tras de sí una serie de fenómenos políticos y sociales de gran alcance que no deben pasar desapercibidos. Aunque el resultado de la votación del pasado domingo revalida el considerable apoyo popular del que goza el presidente venezolano -Chávez obtuvo, con 76.89 por ciento de las papeletas escrutadas, 59.5 por ciento de la votación, más de veinte puntos porcentuales sobre su rival, el también militar y ex compañero de armas Francisco Arias-, lo cierto es que la dilatada saga de comicios -que incluye varias elecciones y un referendo constitucional- tiene saldos que van más allá de lo estrictamente electoral.
En primer lugar, las elecciones de ayer confirman la muerte política de los partidos tradicionales, Acción Democrática y Copei, que habían mantenido una larga agonía desde 1998: el único candidato presidencial civil, el socialdemócrata Claudio Fermín, no llegó siquiera a 3 por ciento de los votos. Por otra parte, el panorama político de Venezuela, luego de los comicios de ayer, parece haberse dividido entre una mayoría afín al presidente Chávez, compuesta primordialmente por las clases populares, y un conglomerado de votantes de clase media y alta que se decantó por Arias, más que por razones políticas o ideológicas de fondo, porque éste representaba la única alternativa al presidencialismo chavista.
Un factor importante en el futuro de este escenario bipolar parece haberlo desempeñado la abstención, que habría sido más alta de lo esperado: aunque Chávez mantiene una amplia mayoría y un respaldo popular incuestionables, cabría preguntarse si el elevado abstencionismo registrado en las elecciones de ayer representa un indicador de que en Venezuela comienza a gestarse una oposición -todavía incipiente y a la que habría que sumar a los votantes de Arias- capaz de equilibrar en el futuro el considerable peso del chavismo.
Finalmente, es evidente que el reciente triunfo de Chávez -que le confiere finalmente la legitimidad necesaria para emprender su revolución bolivariana- no es más que el primer paso en un amplio proceso de recomposición política, económica y social. Con este triunfo termina el largo camino de elecciones y referendos y comienza el trabajo de reconstrucción nacional. Concluida la fase de reacomodo y legitimación electorales, para millones de venezolanos ha llegado el momento de los hechos: el reto económico de Venezuela es mayúsculo -en 1999 el PIB venezolano tuvo un retroceso de 7.2 por ciento- y Chávez tendrá que aportar resultados concretos y mejoras significativas a los millones de pobres que depositaron en él sus esperanzas de cambio democrático y justicia social. Además, en el entendido de que las desgastadas pero aún activas oligarquías venezolanas y los poderes políticos y económicos globales -especialmente Estados Unidos- miran con desconfianza y preocupación al triunfante presidente Chávez, es claro que el camino de Venezuela no estará exento de obstáculos y presiones.
Para el bien de Venezuela, y de las naciones latinoamericanas que, casi sin excepción, experimentan procesos de cambio y reconfiguración política plagados de incertidumbres y tensiones, cabe esperar que el éxito electoral de Chávez se traduzca finalmente en la construcción de una democracia venezolana libre de oligarquías y autoritarismos y en una mejora significativa de los niveles de vida de los millones de venezolanos que constituyen, a fin de cuentas, el sustento y la razón de ser del movimiento chavista.
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