FOX, LAS FUERZAS ARMADAS Y LA CONTINUIDAD
Durante algún tiempo, las fuerzas armadas mexicanas, incluso formalmente, fueron una de las ramas del Partido Revolucionario Institucional, al cual siempre quedaron ligadas con fuertes lazos y sirvieron con altos jefes en situación de retiro, que formaron parte de las bancadas priístas o las instituciones gubernamentales. La pluralidad política imperante en el medio castrense no se reflejó nunca, sin embargo, en los mandos de las instituciones militares. Es más, el sector castrense se disciplinó siempre, manteniendo una relación de dependencia vertical del presidente, el cual, como se sabe, es el jefe supremo de las fuerzas armadas.
Por eso llamó la atención que Vicente Fox Quesada pudiera reunirse con cinco generales de división en actividad (los cuales seguramente debieron contar con el permiso presidencial y de sus superiores directos), y vuelve a ser destacable el que el pasado viernes los mandos castrenses le aseguren su colaboración cuando, formalmente, no es presidente electo, pues no ha sido reconocido en tal calidad por el Tribunal Electoral (cosa que sin duda éste hará dentro de poco).
Parecería que las fuerzas armadas, antaño muy ligadas al PRI, quisiesen reforzar los elementos de continuidad institucional y, al mismo tiempo, hacer saber al virtual presidente electo cuáles podrían ser los marcos para una colaboración mutua. Y, al mismo tiempo -para tranquilizar sin duda al capital extranjero y nacional-, parecería que Vicente Fox, antes incluso de hacer saber cuál será su política económica o su gabinete, y cuáles sus proyectos de reforma del Estado, entiende subrayar la continuidad total con la política de sus antecesores respecto de las fuerzas armadas, y mantener a éstas en un papel fundamental, reuniéndose para ello con los altos mandos.
Si, en efecto, la política foxista será una variante peculiar de la salinista y zedillista en lo económico y lo social y si, por otra parte, se hicieran realidad las predicciones de las autoridades financieras de Estados Unidos, y el mundo marchase hacia una crisis importante, que arrastraría a México, los planes de Fox sobre un crecimiento económico rápido, de hasta 7 por ciento, se desvanecerían, y entraría en contradicción con las esperanzas de la mayoría de sus votantes. No es casual, por tanto, que los mandos militares hayan informado, a quien ocupará Los Pinos, sobre los diversos movimientos guerrilleros que reclutan su base de apoyo en la pobreza rural. Lejos estamos, entonces, de la visión de un cambio de régimen -ha habido en realidad una alternancia gubernamental- y de la posibilidad que Fox se libere de los factores de poder, y no sólo en el caso del capital financiero local e internacional o de la jerarquía eclesiástica.
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