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México, D.F. sábado 13 de mayo de 2000
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Editorial

AHORA, ARGENTINA

SOL Comenzaron los indígenas ecuatorianos con su sitio a las ciudades y sus cortes de carreteras para impedir la dolarización de la economía, y la persistencia de su lucha provocó una crisis en los mandos de las fuerzas armadas y obligó a discutir una ley de amnistía para los rebeldes, civiles y militares que construyeron un gobierno efímero. Siguieron luego las movilizaciones indígenas en Bolivia que, a costa de muertos y heridos y cortes de carreteras y asedio a las ciudades, obligaron al gobierno a anular la privatización del agua, el estado de sitio y a modificar el gabinete ministerial. Después presenciamos las conmociones sociales que, en ocasión del quinto centenario de la Conquista de Brasil por los portugueses, sacudieron al país y enfrentaron a los indios y a los campesinos sin tierra, por un lado, y a los terratenientes y sus guardias blancas y la policía federal, por el otro.

Ahora le toca a Argentina, donde el propio Fondo Monetario Internacional acaba de reconocer hace algunos días que su política ha conducido al país a la mayor diferenciación social y a la mayor polarización de su historia. El corte del puente sobre el Paraná, en la provincia de Corrientes, provocó un muerto a manos de la policía y los cortes de las carreteras nacionales, en el sur o en el extremo norte, en las provincias (estados) deJujuy y Salta o en el de Neuquén, en la Patagonia, se suceden, también con víctimas y enfrentamientos con las fuerzas federales, y son realizados tanto por obreros desocupados como, en el caso neuquino, por estudiantes que piden más fondos para la enseñanza y apoyo técnico en las aulas.

El gobierno, desbordado por la cuestión social -enfrentó la semana pasada la primera huelga general masiva de protesta contra la modificación antiobrera de la legislación laboral que facilita los despidos, agrava la inseguridad en el empleo y legitima la llamada "flexibilidad" o desregulación del mercado de trabajo-, carece de autoridad moral, de fuerza política y no puede calmar el ambiente social. Su mayoría en las urnas, su lucha contra la corrupción, su apoyo en la ley no le bastan para decir que en el país impera la democracia, ya que la inseguridad y la injusticia se han agravado en el campo social.

El propio nuncio apostólico llama a denunciar la injusticia social y la Iglesia católica asume un papel que correspondería al Estado, que está gobernado por partidos laicos y liberales de centro y de centroizquierda, y convoca a una reunión a empresarios, organizaciones sociales y dirigentes sindicales de la Confederación General del Trabajo (CGT, la central conciliadora con el gobierno), de la CGT disidente (la fracción que encabezó la huelga general contra aquél) y de la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA, la central sindical más combativa, radical e independiente) para que hagan las reformas y adopten las medidas necesarias para evitar un estallido social.

Por su parte, Henry Kissinger, ex secretario ultraconservador del Departamento de Estado estadunidense, acaba de declarar en la tv argentina que los señores del FMI, autores de la comprobación antes citada sobre los resultados de su política, "no saben que tienen entre las manos una olla de presión a punto de estallar".

Si juzgamos por lo que está pasando en América Latina y por el éxito de la central sindical sudafricana COSATU en su huelga general contra la desocupación o de la central sindical noruega que arrancó, con seis días de huelga general, aumentos de salarios y cinco semanas de vacaciones anuales, podemos deducir que de la resistencia al neoberalismo en muchos lugares del orbe las víctimas del mismo comienzan a pasar a la contraofensiva.

ƑNo sería acaso tiempo de comenzar a pensar en un cambio de política económica que, aunque enriquece más a los ricos, provoca en el otro polo una insoportable pobreza y una gran inestabilidad social?


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