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México, D.F. jueves 20 de enero de 2000
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MAHUAD: DEMASIADO POCO, DEMASIADO TARDE

SOL Ante la creciente ola de descontento contra su gobierno y cuando miles de indígenas de todas las etnias ecuatorianas acuden a la capital para exigir su renuncia, el presidente Jamil Mahuad planteó ayer la vía del diálogo con la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), que coordina la marcha sobre Quito y que agrupa entre 30 y 45 por ciento de los 12 millones de ecuatorianos. Asimismo, el acosado mandatario intensificó sus gestiones ante el Legislativo para que se apruebe su propuesta de dolarizar la economía y excarceló a dos de los tres dirigentes sindicales apresados en días previos, en el marco de las masivas protestas populares.

Sin embargo, no parece probable que las medidas enumeradas sean suficientes para desactivar la vasta confluencia de inconformidad social en la que confluyen, además de los indígenas, las centrales obreras y las agrupaciones estudiantiles. Los fundamentalismos doctrinales y los errores económicos del gobierno de Mahuad se han traducido en agravios demasiado profundos para la población, sobre la cual se abatió, el año pasado, un índice inflacionario de más de 60 por ciento, una reducción de la economía de 7.5 por ciento y tasas de desempleo y subempleo que, sumadas, afectan a cerca de 60 por ciento de los ecuatorianos.

Por lo demás, el descontento no está dirigido únicamente a Mahuad y su equipo, sino al conjunto de una clase política que ha encontrado su modus vivendi en una "democracia corrupta", como la definió el dirigente de la Conaie, Antonio Vargas, y que no ha sido capaz de encontrar cauces para dar vigencia a los derechos básicos de los ecuatorianos ni para responder a sus necesidades más urgentes.

En otro sentido, es por demás inquietante que la directiva indígena haya acudido a los altos mandos de las fuerzas armadas para pedirles su intervención en el conflicto; no debiera olvidarse que Ecuador tuvo su propia dictadura militar -de las menos represivas y criminales, ciertamente- cuando esos regímenes totalitarios se extendían por la mayor parte de los países sudamericanos.

Por lo demás, si bien resulta poco probable que los pueblos indios movilizados consigan su propósito de obligar a la disolución de los tres poderes constituidos, las posibilidades del actual Ejecutivo de sobrevivir al repudio masivo parecen, igualmente, escasas. La renuncia del ministro de Agricultura, Salomón Larrea, quien dijo que su dimisión se debe a la falta de apoyo gubernamental para el sector agropecuario, es un dato más de la acelerada descomposición del gobierno de Mahuad, quien, abandonado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) -cuya hostilidad suscitó al declarar, hace unos meses, una moratoria parcial de los pagos de la deuda externa ecuatoriana- intenta ahora crear márgenes de viabilidad para su plan de dolarización, y para ello recurre incluso a malbaratar la producción petrolera del país andino.

Finalmente, los gobiernos latinoamericanos que persisten en la aplicación de las fórmulas neoliberales -con lo que eso implica de sacrificio permanente para los niveles de vida de la población- y en el desprecio institucional a los indígenas, debieran verse en el espejo ecuatoriano y actuar en consecuencia, vale decir, corregir el rumbo.


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