EL BALSERITO ELIAN Y LA FALTA DE ETICA
Ya es suficientemente trágico que haya gente que deba enfrentar la muerte o incluso perecer para tratar de ganarse mejor la vida, como sucedió desgraciadamente tantas veces con los haitianos o cubanos atraídos por el espejismo estadunidense o con los mexicanos y centroamericanos que perecen tras cruzar el río Bravo. Pero aún más trágica es la cínica explotación política del drama ajeno y, sobre todo, la violación de las leyes internacionales y de los derechos de un menor de edad y de su padre, así como de los fallos de la justicia de su propio país, nada menos que por tres candidatos presidenciales de Estados Unidos, que se proclama constantemente defensor de la democracia, de los derechos civiles y de relaciones internacionales basadas en la legalidad, aunque cotidianamente desmiente lo que dice sostener.
En efecto, resulta obscena la vil competencia entre Al Gore, el actual vicepresidente; George Bush, gobernador e hijo de un ex presidente, y John McCain por aparecer ųcualquiera sea el costo, aunque éste fuere la apología de un delito o la comisión de un secuestroų como el más anticastrista y el más chovinista y por demostrar que cree que Estados Unidos está por sobre toda ley internacional. La caza al voto de la derecha cubana de Miami y de los ultranacionalistas estadunidenses, el desprecio absoluto por los principios jurídicos reconocidos incluso por la Procuraduría de Estados Unidos y el Servicio de Inmigración y Naturalización de ese país, la idea de que el derecho romano, la patria potestad y todo lo demás sólo son válidos para el resto de la humanidad, considerada inferior a quienes se rigen por el Destino Manifiesto y recuerdan a Dios sólo en el dólar, no sólo revelan un pragmatismo y un utilitarismo ajenos a todo principio ético sino también, una vez más, una peligrosa tendencia totalitaria, parecida a la del fascismo, por parte de dirigentes de la primera potencia mundial.
Muchos de estos encarnizados seudodefensores de los ''valores familiares'' o pretenden condenar al hambre a las madres solteras en Estados Unidos o abandonan a su propia descendencia, como el congresista Dan Burton, que ha citado ante el Congreso estadunidense al balserito Elián, para retardar la devolución de éste a su país, o dejan totalmente de lado cualquier preocupación sobre el daño sicológico que están causando al niño con su intento de sobornarlo para separarlo de su padre y de su tierra natal.
La explotación de menores no consiste sólo en el trabajo forzado de los mismos (que muchas trasnacionales de Estados Unidos practican en todo el mundo, sin encontrar en su país obstáculo alguno). Ella es igualmente atroz e, incluso, aún peor, cuando hay una explotación de las mentes, una deformación y corrupción de las mismas buscando condicionar a una criatura de seis años para que sustituya sus sentimientos por intereses y ventajas materiales. Esta acción repugnante de importantes personalidades políticas, no sólo ha provocado asco y protesta en Estados Unidos, sino que debe merecer también la condena de quienes, en todo el mundo, creen en la vigencia de la ley para evitar transformar al globo en una selva e imponer relaciones bárbaras de poder.
No se puede dañar a un niño sin afectar mundialmente los derechos de la niñez y el futuro humano. No se puede pisotear el derecho en un solo caso sin conculcarlo y sentar sombríos precedentes internacionales, ya que otros países podrían, en el futuro, tomar rehenes estadunidenses por razones políticas internas o creyendo poder influir en la política de Washington. Por respeto a la justicia y a los derechos humanos, Elián González debe volver a Cuba.
|