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México, D.F. martes 9 de noviembre de 1999
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Editorial

LOS MUROS Y LAS ILUSIONES

SOL Hoy se cumple el décimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, erigido por Nikita Jruschov con la ilusión de aislar no sólo el mercado y los tipos de consumo de Alemania y Europa Oriental de la influencia capitalista occidental sino también de proteger las cabezas de la atracción político-cultural de un modo de vida capitalista que parecía ofrecer más libertad y más progreso. Esa ilusión demostró su futilidad cuando la fuga en masa de habitantes de la ex Alemania Democrática llevó al derrumbe de ese oprobioso muro y, con él, el de los regímenes del llamado "socialismo real", incluida la Unión Soviética, que los mismos expertos anticomunistas consideraban una dictadura inconmovible, y que cayó, en cambio, sin un solo tiro, a consecuencia de los efectos de la mundialización económica.

Para los vastos sectores que creían que el ingreso al capitalismo significaría más libertad y más prosperidad, el despertar fue cruel. La desilusión ha provocado incluso la aparición de mitos y nostalgias que se basan en el legítimo repudio de un presente no menos atroz que el pasado, aunque de signo distinto. La idea ingenua que la imitación de los países capitalistas desarrollados era posible, que el fin de las guerras y de la violencia dependía sólo de la incorporación a una mítica democracia representativa, que la prosperidad estaba a la vuelta de la esquina si se restauraba el libre mercado, fue rápidamente desmentida, y hasta ahora ųuna década despuésų no está claro si Europa oriental pasó del Segundo Mundo al Primero o al Tercero.

Las guerras asolaron a Rusia, a buena parte de las ex repúblicas soviética y a la ex Yugoslavia; las mafias o empresas extranjeras se apropiaron, a precios de ganga, de los bienes hasta entonces colectivos; los burócratas de los partidos que se decían comunistas se reciclaron como hombres de la mafia y del capital extranjero, y su anticomunismo se convirtió en un arma para anular la seguridad y las leyes de asistencia social; la desigualdad creció brutalmente, al igual que la violencia y la miseria, y se mantuvo la dictadura de unos pocos, que en muchos casos son los mismos, y están aliados ahora con la delincuencia, como la camarilla que rodea a Boris Yeltsin. En vez de democracia impera hoy la cleptocracia, el mercado lejos de ser libre está monopolizado por grandes grupos y en vez de libertades cívicas cunden la desmoralización y la despolitización, que el poder alienta para imponer más fácilmente políticas altamente impopulares.

En ese panorama, en las últimas elecciones en Berlín, ya unificada, el heredero del Partido Comunista de Alemania oriental, hoy Partido Democrático de Izquierda, fue el primer partido, con más de 40 por ciento de los votos, mientras el Partido Comunista de Rusia encabeza las preferencias de los votantes.

Por otra parte, el mercado que los países industrializados esperaban conquistar en el ex bloque soviético también resultó ser ilusorio por la brutal caída del poder adquisitivo de los pobladores de la zona y la inexistencia, en la ex URSS, de las infraestructuras y los mismos empresarios que permitiesen un desarrollo productivo.

Finalmente, por lo que hace al entorno internacional, como lo destacó ayer el ex presidente soviético Mijail Gorbachov en la ceremonia del aniversario de la caída del muro, la situación ha empeorado en los diez años transcurridos desde ese suceso histórico, toda vez que los políticos actuales no están a la altura de los desafíos del próximo siglo.


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