URUGUAY: VUELTA A LA IZQUIERDA
La victoria electoral conseguida ayer en Uruguay por la coalición Encuentro Progresista y su candidato presidencial, Tabaré Vázquez, es resultado de un largo trabajo político, iniciado en 1971 con la constitución del Frente Amplio, principal fuerza de la alianza triunfante. En esa trayectoria, la izquierda uruguaya hubo de sobreponerse a los años de represión de las dictaduras militares, las cuales asesinaron, encarcelaron, torturaron y exiliaron a miles de luchadores políticos, sindicales y sociales; en años recientes, el Frente Amplio y el Encuentro Progresista enfrentaron la hostilidad de un bipartidismo oligárquico y hegemónico, siempre dispuesto a cerrar filas ante el riesgo de perder el poder, el cual ha ejercido prácticamente desde siempre, con la excepción de la tiranía castrense de los años setenta y ochenta.
En el contexto de la democracia formal restaurada, el candidato presidencial de Encuentro Progresista ganó el gobierno de Montevideo, capital del país y lugar de residencia de cerca de la mitad de los 3 millones 200 mil uruguayos.
Ciertamente, la victoria lograda ayer por Vázquez no lo coloca en la Presidencia de manera automática. De acuerdo con los resultados preliminares y las encuestas disponibles, el candidato de las izquierdas no logró la mayoría absoluta de los sufragios y tendrá que enfrentarse en una segunda vuelta, en consecuencia, con el oficialista Jorge Battle, del Partido Colorado, cinco veces aspirante presidencial y representante veterano de la clase política tradicional. Se da como un hecho que en los comicios próximos -que habrán de celebrarse el 28 de noviembre- Battle contará con el respaldo del Partido Conservador (o Blanco). En tales circunstancias, el futuro político uruguayo es todavía incierto.
Sin embargo, es previsible que la victoria lograda ayer por el Encuentro Progresista otorgue a esa fuerza la mayor bancada parlamentaria y la coloque, en consecuencia, como el principal polo partidario del país. Desde esa posición -y desde la Presidencia, si llegan a ganarla- las izquierdas uruguayas tendrán ante sí la responsabilidad de reconstruir una economía nacional que ha sido excluyente desde siempre y que ahora, para colmo, acusa una pronunciada crisis, con más de 10 por ciento de la población en el desempleo.
Finalmente, resulta obligado el paralelismo entre la elección celebrada la semana pasada en Argentina, donde el electorado puso fin a dos periodos consecutivos -y desastrosos-de menemismo, y la realizada ayer en su vecino Uruguay. Cabe esperar que esos dos hechos contribuyan a configurar una tendencia regional, latinoamericana, que ponga los mecanismos democráticos formales al servicio de la transformación social que nuestras naciones requieren con urgencia.
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