ARMAS: COMERCIO INMORAL
Según el informe anual sobre el gasto militar en el mundo titulado The Military Balance, elaborado por el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres, en 1998 se gastaron 55 mil 800 millones de dólares en armas, apenas 200 millones de dólares menos que el año anterior. Países de Medio Oriente, el norte de Africa, China y el sureste asiático fueron los que más gastaron en armamento.
De acuerdo con el reporte, en el curso del último año los gastos de defensa se duplicaron en Africa, continente en el que ocurre la mitad de los conflictos armados del mundo y, en consecuencia, donde hay millones de pobres y desplazados que huyen de la guerra, que padecen hambruna y epidemias. En contraste, en América Latina se destinaron menos recursos a la compra de armamentos, fenómeno atribuido a que la mayoría de los gobiernos de la región ya no enfrenta levantamientos armados y a que añejos conflictos fronterizos han quedado resueltos.
Aunque el informe referido persigue el propósito de vigilar los gastos militares de los países, a fin de identificar los desequilibrios armamentista y alertar a la comunidad internacional sobre el surgimiento de nuevas amenazas bélicas, las cifras que aporta revelan también que la adquisición de pertrechos de guerra es una prioridad en muchas naciones cuya población tiene apremiantes necesidades insatisfechas, pero donde una inadecuada distribución de los recursos cancela las perspectiva de desarrollo y la posibilidad de alcanzar niveles de vida mínimamente aceptables y decorosos.
Si se considera que más de mil 200 millones de personas viven en la miseria -según cifras del Banco Mundial-, es incomprensible e indignante que se destinen cantidades tan abultadas a la compra de artefactos que, lejos de servir al desarrollo, provocan la muerte de civiles -más de 10 millones de personas en distintas guerras registradas el año pasado-, causan sufrimiento y ahondan la pobreza.
Por lo que hace a los vendedores, Estados Unidos, seguido de Francia y Reino Unido, sigue a la cabeza como proveedor de armamento en el mercado internacional. Es decir, tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, esos cuyos gobiernos gastan más tinta y tiempo en los medios con discursos a favor de la paz mundial, son los que atizan, por la vía del abasto armamentista, buena parte de los conflictos internos o bilaterales en el mundo actual. El comercio de instrumentos de muerte es, en suma, una clara expresión de la doble moral con que actúa buena parte de las naciones del Occidente industrializado y que, por desgracia, empieza a convertirse en norma de las relaciones internacionales contemporáneas.
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