EL ABANDONO DE LA INVESTIGACION

El director general de Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Carlos Bazdresch, se refirió ayer, dentro del marco del congreso Tecnología y política de investigación científica, a los escasos recursos que las empresas privadas destinan a las tareas de investigación y desarrollo en ese ámbito. Tales recursos (0.06 por ciento del producto interno bruto) representan entre una quinta y una séptima parte de la inversión total nacional en ese importante rubro (entre 0.3 y 0.4 por ciento del mismo indicador).

Desde esa perspectiva, el reproche del funcionario está sin duda fundamentado, pero la responsabilidad principal por el preocupante abandono de las actividades de investigación y desarrollo no puede achacarse a las empresas privadas, por el contrario, es uno de los saldos de la política económica impuesta por los sucesivos gobiernos desde 1982 hasta la fecha, y obedece a un modelo de inserción en la economía global que privatizó la casi totalidad de las empresas públicas y condenó a la industria privada al desmantelamiento.

En la deplorable situación en la que se encuentra el rubro señalado de la investigación confluyen, por una parte, los sostenidos recortes presupuestales a las universidades públicas, que siguen siendo --a pesar del acoso económico gubernamental-- los centros más importantes y productivos de investigación científica y tecnológica; por la otra, la incapacidad de las industrias nacionales para competir, y ya no se diga para invertir en estas tareas; por añadidura, las entidades paraestatales que hubieran podido encontrarse en condiciones de desarrollar tecnología fueron, con excepción de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, vendidas, malbaratadas, liquidadas o saqueadas con el pretexto de emprender un ''adelgazamiento del Estado'', que se ha traducido en realidad en una disminución general de las actividades productivas, incluidas las actividades referidas.

En el escenario resultante, las únicas entidades privadas capaces de invertir en esos rubros son las grandes compañías de capital extranjero. Ahora bien: sería realmente iluso suponer que tales corporaciones --que se han asentado en el país en busca de mercados emergentes y mano de obra barata-- estarían dispuestas a realizar aquí sus actividades de investigación.

Si se toman en cuenta los puntos arriba mencionados, resulta un tanto improcedente culpar a las empresas privadas por la debilidad de la investigación científica y el desarrollo tecnológico. A fin de cuentas, la causa profunda del conflicto que mantiene paralizadas las labores de la UNAM --el centro de investigación más importante del país-- fue la decisión del gobierno de reducir sus participaciones a esa institución.