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La Iglesia Ortodoxa Rusa
E

s una fuerza espiritual. En los momentos críticos de la historia de Rusia jugó un papel importante. Cuando se inició la Gran Guerra Patria, tras el traicionero ataque nazi, Stalin acudió a ella en apoyo de los obreros y campesinos que la Revolución de Octubre hizo dueños de las fábricas y la tierra.

Cuando la URSS se desintegró, el imperialismo no tuvo en esa iglesia un aliado. Por ello, cuando en el 2004 Su Eminencia Vladímir Mijáilovich Gundiaev, Kirill Metropolita de Smolensk y Kaliningrado, visitó nuestro país, le propuse construir en la capital de Cuba una Catedral de la Iglesia Ortodoxa Rusa como un monumento a la amistad cubano-rusa.

El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, asumiría la responsabilidad del cumplimiento de la tarea. En ella se colocó tierra del lugar en que reposan los restos de los soldados soviéticos que murieron en nuestro país durante las decenas de años que prestaron aquí sus servicios. Por ello, cuando se inauguró el pasado domingo la Catedral, sentí deseos de sostener un intercambio con la estimada personalidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa que nos visitaba.

Mañana jueves estará en Venezuela dialogando con el Presidente Chávez. Ambos se inspiran en los mismos principios éticos, emanados de las prédicas de Cristo según los Evangelios, una creencia religiosa que los dos comparten. Después visitará Ecuador para conversar con Correa, un dirigente político que se formó en la Teología de la Liberación.

Su Eminencia no es enemigo del socialismo ni condena al fuego eterno a los que partimos del marxismo-leninismo para luchar por un mundo justo. Cuando habla en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU u otras instituciones, es escuchado con gran respeto. En su inmenso país habla con frecuencia por televisión los sábados durante 15 minutos y es seguido con interés por decenas de millones de personas.

Nuestra capital se enriquece con un Templo digno de la prestigiosa Iglesia Ortodoxa Rusa, que es prueba irrecusable del respeto de nuestra revolución por uno de los principios fundamentales de los derechos humanos, en consonancia con una revolución socialista profunda y radical.

No hay razón alguna para hacer la menor concesión al imperialismo yanqui. Tengo la impresión de que Su Eminencia piensa así. No es antimusulmán, respeta esa religión. Dentro de su concepción ecuménica, cree que la Iglesia Católica puede resolver sus problemas con países como China y con Viet Nam.

Fue muy agradable y edificante intercambiar con él.

Octubre 21 de 2008

7 y 40 p.m.