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La Narcoguerra/ XI

Todo empezó con un tiroteo entre gente de los Arellano Félix y El Chapo Guzmán

Tijuana, tierra de oportunidades convertida en campo de batalla

Se incrementaron el traslado de indocumentados, el tráfico de drogas y el combate por territorios; los sicarios transitan impunes en lujosos vehículos y ostentan su armamento

Tras del auge detonado por la industrialización de la frontera en los años 60, la ciudad se debate entre miseria, prostitución, drogadicción, falta de empleo y otras carencias. Ahora, esta difícil situación se agrava con la violencia desatada por las bandas del crimen organizado

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Autoridades federales, durante la presentación de las armas y las joyas decomisadas en un operativo militar contra el crimen organizado, que se realizó el pasado 7 de marzo, en el cual fueron detenidas 58 personas en TijuanaFoto Ap
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Un agente de la Patrulla Fronteriza vigila, desde un parque de San Diego, California, la valla que divide Estados Unidos de México, donde muchas personas acostumbran platicar con familiares que viven del otro ladoFoto Ap
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Agentes de la Policía Federal Preventiva custodian a varios individuos, detenidos como presuntos responsables de haber participado en un enfrentamiento a balazos el 9 de marzo, en Tijuana, Baja CaliforniaFoto Ap
Enviado
Periódico La Jornada
, p. 8

Tijuana, BC, 11 de marzo. Esta ciudad fue considerada hace varios años tierra de oportunidades, no sólo por ser la puerta para cruzar al otro lado, sino porque a mediados de los sesenta se decidió crear aquí uno de los polos de la industrialización fronteriza. Concentró entonces una inusitada actividad económica, y si una persona lograba llegar a Tijuana, ya no había bronca, porque si no la hacía en California, o si la echaban de Estados Unidos, se quedaba aquí.

Hoy todo cambió. A esta ciudad la marcó la violencia. Se multiplicaron las bandas de polleros, las rutas para introducir droga a Estados Unidos, los pleitos por los territorios y todo se fastidió. Hasta el número de gringos que vienen a parrandear los fines de semana se ha reducido.

Marcados por la pobreza

Los empleos escasean y la población crece cada día. Se calcula que cada año deciden establecerse aquí 100 mil hombres y mujeres que fracasan en su intento por llegar a Estados Unidos. La mayoría sobrevive en las peores condiciones; sobre lomeríos y barrancas se desparraman casuchas de lámina y cartón.

Y la situación parece empeorar. Datos recientes de la Patrulla Fronteriza estadunidense hablan de 700 deportaciones diarias, aproximadamente, sólo en esta zona. A lo cual debe sumarse el macabro historial de secuestros, el ascendente consumo de drogas sintéticas y los mil 80 homicidios perpetrados por la delincuencia organizada en 2008.

Al internarse en la zona urbana, después de remontar ciudades perdidas conocidas como cartolandias, junto a la carretera que comunica con Mexicali pueden verse bardas con mensajes de advertencia en color ocre: “¡Síguele pinche Ejército, que al fin el pueblo va a seguir poniendo los muertos…!”; Aretes (familia Arellano Félix) ésta ya es plaza del Chapo ¡lárguense!

La población tijuanense oscila entre un millón y un millón 600 mil personas; 60 por ciento son niños y jóvenes. La mayoría vive en áreas de la periferia donde abundan las narcotienditas. En esos sitios se distribuyen, como si fuesen dulces, los globitos de cristal, la droga más adictiva y dañina para quienes la consumen.

El asentamiento de 22 grupos etnolingüísticos en esta zona es parte de la burbuja poblacional. Por ejemplo, aquí radican 100 mil chiapanecos.

El modelo de desarrollo en Tijuana se fundamenta en la industria maquiladora. Éste se consolidó al concluir el Programa Bracero (1942-1964), que permitió el paso de 4 millones de indocumentados a Estados Unidos. A partir de 1965 se instituyó el programa de industrialización de la frontera, con el propósito de ofrecer una alternativa a los migrantes e inhibir su paso a territorio estadunidense.

Hasta diciembre pasado se contabilizaban 158 mil trabajadores en esa actividad, donde hoy comienzan a ser comunes los paros técnicos y los despidos.

Punto de quiebre

Sin embargo, hace casi dos décadas comenzó aquí la guerra entre sicarios de la familia de los Arellano Félix y de Joaquín El Chapo Guzmán. Aún se recuerda el hecho ocurrido en el club deportivo Britannia, durante el bautizo de una hija de Benjamín Arellano, cuando pistoleros de ambos grupos se enfrentaron a balazos.

De aquel lugar salió Ramón Arellano conduciendo una camioneta con el cuerpo de Francisco El Rayo López, compadre de El Chapo, para arrojarlo en la zona norte de la ciudad. Así comenzó todo.

A partir de entonces la pobreza, el descuido gubernamental y el narcotráfico han contribuido a un proceso de descomposición social que se vincula con la violencia llevada a extremos nunca antes vistos, de acuerdo con los especialistas.

Por las calles de la ciudad, a cualquier hora, los comandos de las bandas del crimen organizado dejaron de ser invisibles. Transitan libremente en lujosos vehículos y ostentosamente armados sin que nadie se les oponga. Las policías, ausentes a la hora de los actos de patrullaje que realizan los capos, son objeto de denuncia de los ciudadanos; dejaron de ser referente de seguridad, resguardo y confianza.

En el bulevar de la céntrica zona de Del Río son comunes los recorridos de camionetas cargadas de sicarios. A cualquier hora se les puede ver.

¡Ahí van, seguro quieren cargarse a alguien! Ya nos acostumbramos a su presencia y, sabe qué, en Tijuana ya ni volteamos a ver al que viene a nuestro lado porque nos puede ir de la chingada, puede ser uno de ellos, masculló el taxista Florencio Núñez mientras desviaba su automóvil del flujo de esa avenida para no encontrarse de nuevo con el convoy.

En la zona norte de la ciudad, donde se asientan los barrios tradicionales y operan los núcleos de las bandas de sicarios dedicados al contrabando de armas, tráfico de cocaína y mariguana, la presencia del Ejército Mexicano y de agentes de las policías federal y municipal incrementa la zozobra entre los pobladores del área fronteriza.

En fechas recientes han ocurrido espectaculares secuestros y feroces enfrentamientos entre sicarios. Uno de violencia extrema se vivió el 5 de octubre pasado, cuando sicarios de los Arellano Félix y de El Chapo Guzmán se batieron a balazos, durante más de cuatro horas, en el parque Morelos.

A raíz de ese enfrentamiento comenzó a observarse el declive de la tradicional y boyante zona centro de Tijuana. Por ejemplo, sobre la avenida Revolución el comercio ha venido a menos en forma estrepitosa.

Mientras, las actividades controladas por la delincuencia organizada son del todo conocidas por los tijuanenses. Desde la venta de drogas al menudeo, prostitución selectiva, establecimientos comerciales, farmacias y bares, hasta restaurantes y hoteles.

Ya no sabemos en qué momento se podrá desatar la violencia. Te empiezas a mentalizar, te preparas para saber qué hacer en cada caso. No es que lo empieces a ver normal, pero te acostumbras a vivir con ello. La vida tiene que seguir. Lo que ha pasado es muy lamentable, pero es cuestión de estar preparados mentalmente, manifestó Aurora Felgueres, una señora que atiende una de las farmacias de la avenida Revolución, quien ya se acostumbró a ahuyentar a muchachos intoxicados que buscan –algunos desesperados– alguna dosis de medicamentos contra el estrés.

Al segmentarse el núcleo de la delincuencia organizada, que derivó en la confrontación entre los cárteles de Sinaloa y de Tijuana, sus actividades se expandieron a una nueva industria: la del secuestro.

La delincuencia organizada tiene nómina, y si el trasiego de drogas se ha convertido en un negocio con pérdidas, ahora el rapto constituye un ingreso seguro y abundante en recursos frescos, sostuvo Óscar Abundis, quien prepara su retirada de la ciudad “para no regresar nunca, no poner un pie más en este infierno; mis hijos y mi vieja ya se fueron y yo voy tras ellos…”

Hace años, éste era el apetecible lugar del vicio y del juego para los habitantes del sur de California. Hoy Tijuana padece una severa crisis turística. Los visitantes han dejado de frecuentarla, ahuyentados por la militarización de las calles.

Reportes oficiales del gobierno municipal advierten que restructurar la industria y ofrecer nuevos atractivos es un reto, en la práctica, imposible de cumplir porque esta ciudad tiene serios competidores: San Diego, Las Vegas y Los Ángeles.

A pesar de la caída de más de 80 por ciento en los ingresos turísticos de la ciudad, el flujo de recursos se ve compensado por el tránsito diario de 30 mil personas que van a trabajar a San Ysidro, Chulavista y San Diego, quienes aportan 25 por ciento del dinero circulante todos los días.

A las trabajadoras sexuales, la crisis económica y la disminución de la demanda también las ha golpeado en forma severa. Ellas llegaron de varios estados, como Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Michoacán, Chiapas, Guerrero y Tabasco. De acuerdo con el censo más reciente, elaborado por el Centro Binacional de Derechos Humanos, 5 mil 500 mujeres y transexuales ofrecen sus servicios en Tijuana.

La mayoría trabaja en la céntrica calle Coahuila, conocida como la cauila, y sus alrededores. La demanda del sexoservicio en centros nocturnos ha caído más todavía, porque la zona de tolerancia cada noche se convierte en búnker, resguardada por decenas de policías municipales, estatales y federales.

El padre Luis Kendzierski, director de la Casa del Migrante, resume el estado de inseguridad manifiesto: “La violencia que sufre Tijuana se ve a cualquier hora del día en la calle. Vamos a necesitar una fuerza de seguridad que dé respuesta a los reclamos de la sociedad, no sólo en cuestión de narcotráfico y secuestros, porque la policía no es confiable…”

Necesitamos una nueva ciudad

Desde la óptica de la cultura popular y regional, los artistas Leobardo Sarabia y Luis Ituarte, del Consejo Fronterizo de Arte y Cultura, describen la mixtura sociocultural de Tijuana, a pesar de la hostilidad mostrada por las autoridades panistas.

“No obstante los gobiernos del estado y de la ciudad, se dan movimientos paradigmáticos, como el de los jaraneros veracruzanos y el de los poetas que leen sus trabajos en bares, como los Dandys del Sur. También se manifiestan expresiones de danza y teatro; decenas de jóvenes se dedican al performance, al video, y la música.

Se trata de un fenómeno no por la preservación de la identidad nacional, sino por la identidad del ciudadano fronterizo que es influido por dos culturas, en muchos casos contradictorias, manifestó Sarabia.

Ituarte, quien tiene la doble nacionalidad y es instructor de arte para el gobierno de la ciudad de Los Ángeles, California, resumió la condición social de Tijuana: El narcotráfico y la violencia han creado un sentido de desprendimiento de cualquier solución que tenga lógica dentro del sistema que vivimos, porque la situación que vivimos no tiene lógica. ¡Necesitamos una nueva ciudad!