Digresión sobre El Indio
n el Diccionario del español de México localizo la entrada repentista: “Persona que practica el repentismo”, lo que me lleva a buscar esta última palabra, cuya definición es: “Tipo de improvisación en la poesía popular, tradicional en varios países de Hispanoamérica, en la que dos o más participantes en una reunión dialogan en verso; su estructura más usual es la décima”. Uno de esos países aludidos es Cuba, por lo cual el paréntesis que en la entrega anterior indicaba que improvisador de versos es entre nosotros repentista resultó simple ociosidad.
Hablábamos del isleño Jesús Orta Ruiz, autor de una veintena de libros en prosa y verso, conocido como El Indio Naborí y entusiastamente identificado con la revolución de su país –impulso que poéticamente, digamos una obviedad, convoca pros y contras–, reconocido como “el más grande poeta popular cubano del siglo XX” y admirativamente acogido lo mismo, seguimos citando a Luis Rafael, por la intelectualidad que por el pueblo.
Hace una semana nos referimos a los versos octosílabos (metro el más abundante en nuestra lengua) y endecasílabos, éstos sobre todo a partir del Renacimiento heredados del italiano e integrados del todo al español: “Vine a Comala porque me dijeron…”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Tamales oaxaqueños, calientitos” son frases endecasílabas que sólo fuera de su ámbito suenan como versos. Por otra parte no pocas canciones (letras, no exactamente poemas) se benefician de la medida. No sobreabundaré: “Dicen que la distancia es el olvido” y “Cleto, El Fufuy, sus ojitos cerró” sean muestra suficiente. (Hay en YouTube una playlist de puras canciones endecasílabas).
En términos generales el “verso de ocho” es popular y el “de once” culto, y formas representativas de ellos son respectivamente la décima espinela y el soneto. Mas el espacio pone límites.
Ya que aludimos a la red, sugiero ahí buscar de El Indio Naborí el soneto (de muy sencillas rimas y expresión), naturalmente endecasílabo, que empieza: “Vendrá mi muerte ciega para el llanto”, y un sonetillo, naturalmente octosílabo, tan navideño como político: “Nochebuena sin puercos».
Y no hemos citado décima alguna. Famosa es la respuesta a Eloy Romero –quien en controversia se ufanaba: “tú no eres más que mi sombra / y mi sombra va detrás”– que llanamente concluye (con tal verso se puede dar con ella en Internet): “yo soy un hombre sin sombra”.











