Los Alpes suizos y su emblemático pico Matterhorn
uando se escucha de esta cadena montañosa, llegan a la mente imágenes de veloces esquiadores con zigzagueantes movimientos al descender. Aunque se vean sólo en una producción fílmica o documental, o bien durante la transmisión de los Juegos Olímpicos de Invierno, no deja de sorprender los más de 100 kilómetros por hora que alcanzan.
Los alpes suizos guardan también incontables anécdotas, al igual que lamentables accidentes que han costado la vida a algunos esquiadores. Es un deporte caro que exige una considerable cuota de condición física. Suiza cuenta con escuelas de esquí donde se pueden tomar cursos para dominar la técnica. Para esto hay que pagar un pase, ya sea por día, por varios o por temporada; esto permite acceder a las montañas que incluye el uso de teleféricos.
La renta de equipo tiene un costo adicional. Sólo quien practica el esquí de manera regular suele contar con uno propio. La indumentaria es especial, con material resistente al agua. El hospedaje suele ser costoso, especialmente en la temporada alta de invierno. Aquí hay varias estaciones que cuentan con la infraestructura ideal, restaurantes que ofrecen bebidas calientes y gastronomía local.
Aprender a esquiar puede convertirse en un reto que al lograrse conlleva una experiencia que para muchos es una sensación de incomparable libertad, como volar sobre los esquís bajo el cielo azul sostenido por la blancura de la nieve en la montaña, todo enmarcado en un paisaje de verdes coníferas.
Si hay una montaña que domina esa actividad es el llamado Matterhorn alemán, Mont Cervin en francés y Monte Cervino en español; es considerada una de las cumbres más icónicas y fotografiadas del mundo con su silueta piramidal, casi perfecta; con sus 4 mil 478 metros de altura el pico es un emblema de Suiza.
Está en la frontera con Italia y domina el panorama de Zermatt, un pueblo donde no circulan autos por sus románticas calles empedradas, donde las tradiciones ligadas con los Alpes se practican con orgullo. El paisaje, según la hora del día y posición del sol, cambia de tonalidad: para los madrugadores, se tiñe de dorado; a mediodía adquiere uno plateado y al caer la tarde es de tonalidades rosa. Este singular fenómeno tiene su propia denominación: Alpenglühen, que se traduce como resplandor o brillo alpino.
La historia del Matterhorn está estrechamente ligada con los primeros exploradores que en el siglo XIX impulsaron la llamada “era dorada del alpinismo”. Por años fue considerado un pico imposible de ascender. Su conquista data de 1865, cuando Edward Whymper, junto con un equipo logró alcanzar la cima. Sin embargo, el triunfo estuvo marcado por la tragedia: cuatro integrantes de la expedición murieron durante el descenso, un episodio que conmocionó a Europa y consolidó la reputación del pico como una montaña tan hermosa y peligrosa.
Actualmente el ascenso aún es un reto reservado a montañistas experimentados. Guías locales altamente capacitados enfrentan cada temporada los riesgos que entraña esta montaña de clima impredecible y paredes casi verticales.
Alia Lira Hartmann












