obert. C. Merton, premio Nobel de Economía 1997, visitó la Escuela Superior de Economía (IPN), donde se animó a predicar el énesimo “llamado” para que México “rediseñe” su sistema de pensiones con “visión” integral y sostenible ( Aristegui Noticias, 26/3/25).
Después de aportar la “novedad” de que un “buen” sistema garantiza ingreso “protegido” contra la inflación, reveló su gran concepto, Retirement Security Bond: bono gubernamental, especialmente útil para trabajadores informales, que no paga intereses durante la etapa activa, pero otorga una renta previsible en la jubilación y es muy fácil de usar sin conocimientos técnicos sofisticados: no requiere la manoseada “educación financiera”. El bono, precisó, no sólo debe vincularse a la inflación, sino también al consumo “per cápita promedio” para reflejar mejor el nivel de vida esperado (Merton-Muralidhar, 2017, Time for retirement SeLFIES?) y que el Nobel viajero ya ve operar en Brasil desde 2023 (RendA+).
Acompañando a los defensores de la así llamada hipoteca inversa (producto financiero que convierte –para los mayores de 65 años– en renta mensual el valor de su vivienda y que al término del contrato pasa a la titularidad del que prestó la hipoteca, es decir: sacrificar el patrimonio inmobiliario de las nuevas generaciones), para Merton no hay la menor duda de que la vivienda es un “activo clave” en el retiro y milita por “expandir” su uso: “México podría ser un buen lugar para beneficiarse, ya que hasta 69 por ciento de los hogares disponen de casa propia”. ¿Para sacrificar la propiedad de las nuevas generaciones? ¡Otra muy Nobel aportación!
Con su Retirement Security Bond estaríamos frente a una suerte de Udibono, indexado a un índice de consumo garantizando para que el ahorrador-comprador cuente con el pago requerido, con la ventaja de que él mismo escoge también exactamente cuándo empieza, cuánto durará y cuánto recibirá por su compra, sujeto, claro, a su inversión en el papel. En suma: una planeación del retiro sencilla, atractiva para los ahorradores informales, porque no requiere fondos de pensiones que gestionen las inversiones o un esquema de financiamiento con prefondeo de recursos para cubrir una pensión al trabajador informal.
El vencimiento del bono se cubriría en el largo plazo por su emisor –por ejemplo, el gobierno federal–, que usaría el ahorro obtenido hoy para invertirlo de forma productiva y así respaldar los pagos futuros. En esencia, se trata de financiar pensiones con deuda. Aunque el gobierno sería un candidato natural para emitir este tipo de instrumento, también podría haber interés de que lo hagan privados, siempre que cuenten con la solidez necesaria para cumplir sus compromisos a largo plazo.
La primera gran pregunta que le ayudaría a pisar piso al Nobel es: ¿con qué dinero podría el trabajador informal adquirir –en una o varias ocasiones– ese bono? ¿Ahorro hoy, dejo de consumir hoy, para comprar mañana, pero de dónde? Y para alcanzar un retorno suficiente, ¿qué cantidad líquida requiero para comprarlo?
La segunda gran interrogante se refiere a la mecánica financiera del bono. Sin duda, la vida de los papeles implican un riesgo y el emisor enfrenta un reto mayor de sensibilidad ante los niveles o cambios en las tasas de interés, que suelen tener un impacto muy fuerte en emisiones de largo plazo. No es lo mismo emitir Cetes (corto plazo) a emitir papel para 20 años o más. Hay, además, que dar servicio al instrumento: debe tener profundidad de mercado para operar funcionalmente y ganar transaccionalidad para balancear los portafolios. Nada sencillo es formar un mercado nuevo. ¿Tendría futuro en un mercado financiero del tamaño de México?
Por supuesto que se trata, como en el sistema Afore, de una autopensión individual: ahorra voluntariamente para que ese ahorro se devuelva a la edad de pensionarse. Nada nuevo bajo el sol. Por su diseño sigue trasladando la responsabilidad pensionaria de los gobiernos y patrones al individuo.
Según Merton, México cuenta con una estructura institucional “adecuada” y un mercado de bonos funcional para adoptar su Retirement Security Bond, lo que “fortalecería” la deuda interna de largo plazo. Los retos pensionarios “pueden” convertirse en “oportunidades” para el “bienestar social”.
Frente a estas nobles e incuestionadas certezas pensionarias del Nobel viajero, y si de financiar pensiones con deuda se trata, ¿cabría la alternativa de que el gobierno federal –más uno progresista– innovara contribuyendo a diseñar –para el gran universo informal– un esquema de aportación bipartito en el que el trabajador pusiera una parte y el Estado otra? Es decir, un prefondeo, como en el caso del modelo del Seguro Social, en el que el trabajador aporta una parte para su futura pensión en un régimen en que también aportan su patrón y el Estado? Porque, efectivamente, como apunta el Nobel viajero, los retos pensionarios “pueden” convertirse en “oportunidades” para el “bienestar social”.
* UAM-X











