l llamado de la presidenta Claudia Sheinbaum a los rectores a que disminuyan privilegios y aumenten las matrículas corre el riesgo de no trascender; ellas y ellos están más preocupados en otras cosas. Mucho más efectivo sería enviar ya una iniciativa de ley que modificara el candado que hoy existe en la Ley General de Educación y que permite a los rectores determinar quiénes tienen derecho a la educación en su institución. Los rectores difícilmente retomarán el llamado presidencial, pero no podrán hacer caso omiso de una demanda que ya tenga un respaldo oficial a su derecho.
A las rectoras y rectores les preocupa más mantener su propia tranquila permanencia al mando de la institución. En el caso de nuestra universidad, la Autónoma Metropolitana, asegura una académica respetada que de entrada nuestro rector, Gustavo Pacheco López, no asistió, y las preocupaciones de su cargo van más por el rumbo ahora de los efectos inquietantes que están surgiendo de las tensiones generadas desde su recién designación (que no elección) y la manera de asegurar el futuro de su periodo y de su grupo político que lo envuelve. Requieren de seguridad en su cargo; ellos mismos son una de sus amenazas, pues tienen en contra la inexistencia de una exitosa experiencia previa en la conducción institucional (que debería ser condición indispensable). En efecto, ni el rector Gustavo Pacheco ni la secretaria Esthela Sotelo han pasado por la experiencia y visión que ofrecen los años de administración como rectora/rector en una unidad. Un posible fruto de esa inexperiencia fue que no objetaron lo extraordinario: tres procesos simultáneos de sustitución de autoridades. Uno, a nivel general, el de designación de la nueva rectoría general, y dos en Xochimilco, el segundo de rector o rectora de unidad y el tercero de la dirección en la División de Ciencias Sociales y Humanidades (DCSH). Estos procesos, cada uno por sí mismo, no deja de ser complicado, y por eso al combinarlos imponen un importante peso y tensión institucional. Son casi una decena de candidatos y tal vez un centenar de estudiantes, académicos y administrativos, que aunque son procesos secretos o muy restringidos se mueven, generan escritos y voces a favor o en contra. El secretismo y la restricción añaden aún más tensión. Ya ha habido paros por designación a escala divisional.
Cabe entonces preguntarse: ¿por qué no retrasar algunos, como ha ocurrido antes? Eso evitaría el amontonamiento. Se puede ciertamente achacar esto a la prisa del inexperto, que quiere salir cuanto antes de una situación que ve riesgosa y que no controla. Pero también puede estar presente la motivación de, con un solo tirón, establecer en Xochimilco algo que ha funcionado en otra parte. En la Unidad Iztapalapa, un grupo de académicos en los hechos introdujo desde 1980 una innovación que sirvió de maravilla para hacer funcionar un acceso controlado –por ellos– a la rectoría general. Y fue tan exitoso este dispositivo, que durante tres décadas funcionó perfectamente. Lo que hicieron fue crear un sendero que iba depurando aspirantes y que llevaba a un jefe de departamento, siempre sí apto, al puesto de director de división, de ahí a la rectoría de la unidad y finalmente a la rectoría general. Una disciplinada y sucesiva depuración. Sin embargo, el sendero fracasó rotundamente y sin aprender el porqué, ahora lo retoman los emergentes xochimilcas.
Se puede asumir que ya tienen la rectoría general, pero necesitan entonces una división –ahora la DCSH– y también la rectoría de la unidad. Pero además de sus propios demonios, ahora no es fácil replicar el modelito. No es para nada popular la idea de crear otra dinastía con afán de perpetuidad. Y además, la de la UAM es una estructura de poder en crisis, porque cada vez menos atrae a los más capaces como autoridades. Y, además, los más sabios ahora defienden las ideas de la pluralidad como mejor sustento institucional. Crea más institución un tejido aceptado de acuerdos y desacuerdos que la regimentación vertical y absolutista. Cuando el candidato no oficial para dirigir la DCSH, el doctor Alfonso León, jefe del Departamento de Relaciones Sociales, señaló públicamente que no tendría inconveniente en recontratar al jefe de publicaciones, apenas despedido sumariamente por la ahora secretaria general en rectoría, se envió una importante señal del cambio de tiempos. Y eso genera una simpatía inmediata entre trabajadores y estudiantes hartos del constante acoso, sanciones y favoritismos en Xochimilco a manos de los ahora candidatos “oficiales”. Es otro siglo el que ahora vivimos. La estructura de control ya no aguanta el peso de su propia historia. Gracias, T. Sorokina, por el inspirador haikú de Basho:
Viejo estanque dormido
De pronto
Salta un sapo.
* UAM-X











