Margit
uve el gusto de, a mediados de los 70, asistir a una conferencia de Margit Frenk, y antes o después, la dicha de escucharla cantar en una mínima reunión. Ya no sé si entonó Román Castillo o Romance del enamorado y la muerte (o si ésas más otras), pero el encanto o encantamiento no se ha perdido, como tampoco (ni se perderá) el sabroso asombro de sus libros sobre la copla en México y su Corpus de la antigua lírica popular hispánica, entre tantos felices trabajos. Resulta que la doctora por varias universidades y académica de la lengua cumplió en agosto un siglo de vida y que en la fecha su discípulo Raúl Eduardo González le leyó las décimas siguientes, aquí algo recortadas, que mejor que quien esto escribe hablarán del afecto que la maestra suscita:
“Margit, ahora que has cumplido / los cien años con solvencia, / quisiera honrar tu existencia / con este verso sentido, / porque junto a ti he vivido / momentos inolvidables, / aprendizajes notables / que me han cambiado la vida, / con tu sapiencia vertida en palabras entrañables. // Desde que te conocí, / me adentraste en ese mundo / maravilloso y fecundo / que en la canción descubrí. […] // ¿Y qué es la voz?, me pregunto, / ese fugaz elemento / que le hurtamos al aliento / para devenir asunto; / en el furtivo trasunto / de la entonación que vive, / el alma misma se adscribe, / cual repentina presencia, / y se trasmuta en esencia / de quien canta y quien percibe. // Detrás de aquellas silentes / letras en un documento, / late el pulso del aliento / de muchas voces ausentes. / Así, al hallarlas carentes / de sus sonorosos mantos, / enmendaste los quebrantos / de su aparente mutismo, / y lo lograste lo mismo / en tus textos que en tus cantos. // En fin, Margit, que yo siento, / hoy que cumples la centena, / que tu vida bella y plena / llega a un florido momento. / Y si mi agradecimiento / en el verso no ajustó, / lo que el rey David cantó / repito de buena gana: / levántate de mañana, / mira que ya amaneció. // Has sabido restaurar / […] aquel verso silenciado / que en el archivo encontraste, / y en tu obra recuperaste, / como invaluable legado. // ¿Qué decir de las canciones / que en el campo se escuchaban, / y que sin pena pasaban / en ondas y en grabaciones? / De todos aquellos sones / y huapangos y jarabes, / nos revelaste las claves / profundas de su poesía, / y nos diste la energía / para cantar, como sabes.”