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Biblia y revolución: 500 años de la guerra de los campesinos
L

os doce artículos de los campesinos de Suabia fue un documento teológico y político. Sebastián Lotzer, redactor principal, tuvo la colaboración de Baltasar Hubmaier para resumir las demandas campesinas y sustentar las mismas en pasajes bíblicos.

El descontento y movilizaciones de los campesinos ya estaban en curso cuando Lotzer publicó (12 de marzo de 1525) el manifiesto. Su virtud fue poner por escrito y brevemente los cambios que demandaban los insurrectos contra el orden religioso, político y económico dominante. Los doce artículos estaban en línea con uno de los puntos programáticos de Martín Lutero: la insistencia sobre la centralidad de la Biblia en las disputas acerca de los asuntos que confrontaban a las partes.

Los doce artículos también fueron conocidos como Artículos de la libertad cristiana, porque, como resalta Lyndal Roper en Summer of fire and blood: The german peasants’ war, además de reclamar libertad, el vocablo “Evangelio, Evangelio, Evangelio se convirtió en su mantra”. Los campesinos trasladaron al terreno social, político y económico las argumentaciones de Lutero en el ámbito religioso, que plasmó en un escrito de 1520, Tratado sobre la libertad cristiana.

Que Lotzer, recogiendo las reivindicaciones campesinas, haya numerado las mismas en 12 artículos, estimuló entonces un paralelismo con las 12 tribus de Israel y, sobre todo, con los 12 apóstoles. El documento fue dirigido al “lector cristiano”, dejando bien asentado que, contra los señalamientos de la nobleza, el movimiento no era contrario al Evangelio: “No es el Evangelio lo que impulsa a algunos anticristianos y enemigos del Evangelio a resistir y rechazar estas demandas y requisitos, sino el diablo, el enemigo más mortal del Evangelio, quien despierta a través de la incredulidad tal oposición en sus propios seguidores, (Satanás busca) suprimir y abolir la palabra de Dios”. Entonces, desde la óptica de Los doce artículos, lo diabólico estaba en quienes se oponían a un orden social justo.

La primera demanda justificaba la elección de pastores por la comunidad y no la imposición de los mismos mediante nombramiento de autoridades eclesiásticas externas a la región. Los pastores elegidos debían “predicar el santo Evangelio puramente y con y claridad, sin ninguna adición humana de doctrina y mandamientos”. El segundo artículo pugnaba por que el pago de diezmos fuera controlado comunitariamente, para el pago de los pastores y para ayudar a los más necesitados.

El tercer apartado declaraba que, concordando con las Escrituras, todo(a)s eran libres y así debían permanecer, reconociendo como autoridades a quienes fuesen elegidos por la comunidad. Este punto debe leerse en el contexto de los derechos negados a los desposeídos sobre tener alguna participación en la organización política territorial. Las dinastías reales no consideraban como fuente de legitimidad indispensable para acceder al poder a los hombres y mujeres comunes.

Los restantes artículos ponían en tela de juicio los derechos señoriales sobre los recursos naturales, las propiedades de sus pretendidos súbdito(a)s, la imposición de constantes impuestos monetarios o en especie, la realización del trabajo forzado, el sistema de justicia, despojos a las viudas y huérfanos (“acciones contrarias a Dios”). Finalmente, en el documento se hizo un llamado: “Si uno o más de los artículos presentados aquí no está de acuerdo con la palabra de Dios (de lo cual dudamos), y se nos demuestra que tales artículos son incompatibles con la palabra de Dios, entonces los abandonaremos, cuando se nos explique con base en las Escrituras”.

Los doce artículos fueron remitidos a Martín Lutero, quien, primero, se sorprendió de la lectura bíblica sociopolítica de los campesinos y, después, manifestó desacuerdo. El reformador de Wittenberg señaló, en mayo de 1525, cuando la movilización insurreccional de los campesinos logró una gran victoria en Friburgo, a Thomas Müntzer como principal instigador y líder del movimiento. Es importante destacar que Müntzer se sumó a las acciones que pretendían llegar al cielo por asalto (instaurar un régimen justo y de fraternidad una vez eliminada la opresión), pero no fue quien detonó el descontento y decisión campesina de tomar las armas.

A mediados de mayo, las fuerzas campesinas, que incluían a miles de personas, pero militarmente desorganizadas, fueron aplastadas en Frankenhausen por los ejércitos de los príncipes. No hubo tregua para los alzados y 100 mil de ellos murieron a manos de soldados mejor entrenados y armados. Thomas Müntzer fue capturado, enjuiciado y cruelmente torturado; se retractó de lo predicado y escrito por él contra las autoridades y la nobleza. Lo condenaron a la pena de muerte, y el 27 de mayo de 1525 fue decapitado en Mühlhausen.

Después de la estrepitosa derrota en Frankenhausen, el movimiento campesino ya no tuvo la fuerza para resistir la represión desatada en su contra, y las llamas insurreccionales quedaron extinguidas en 1526. Su sueño acerca de que el derecho fluyera como las aguas y la justicia como arroyo inagotable (Amós 5:24) fue ahogado en sangre.