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Penultimátum

Trump y su campaña de depuración

D

urante su primer mandato, en febrero de 2017, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó estar “profundamente orgulloso de que ahora tengamos un museo que honra a los millones de hombres y mujeres afroestadunidenses que construyeron nuestro patrimonio nacional; especialmente, en lo que respecta a la fe, la cultura y el indomable espíritu estadunidense”. Eso dijo en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroestadunidense. Ese mismo mes reiteró que el museo “relata la gran lucha por la libertad y la igualdad que prevaleció contra los pecados de la esclavitud y la injusticia de la discriminación”.

Pero, recientemente, y en su campaña para depurar las instituciones culturales de materiales que contradicen sus directrices políticas, escribió en Truth Social que el museo mencionado y los demás que dependen del Instituto Smithsonian “están fuera de control, donde todo lo que se discute es lo horrible que es nuestro país, lo terrible que fue la esclavitud y lo poco que han logrado los desfavorecidos. Nada sobre el éxito, nada sobre el brillo, nada sobre el futuro”.

La Casa Blanca anunció que por tales motivos habría una revisión exhaustiva y sin precedente del citado instituto, que administra los principales museos públicos del país. Según una misiva de tres altos asesores de Trump a Lonnie Bunch III, primer afrodescendiente que es secretario del Smithsonian, se “busca garantizar la alineación con la directiva del presidente de celebrar el excepcionalismo estadunidense, eliminar narrativas divisivas o partidistas y restaurar la confianza en nuestras instituciones culturales compartidas”.

Bunch III ha comentado en diversas ocasiones la importancia de educar a las personas sobre la esclavitud, sobre todo por medio del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroestadunidense, y que parte de su objetivo “era ayudar a que una nación se comprendiera a sí misma, tarea imposible sin el pleno reconocimiento de los horrores de la esclavitud”.

Las exposiciones en los recintos que dependen del Smithsonian requieren años de planificación; antes de su apertura son evaluadas detalladamente por académicos y expertos curatoriales, pero las exigencias del magnate los ponen en crisis.