e ha desatado un justo repudio por el arbitrario secuestro-eliminación de las estatuas del Che Guevara y Fidel Castro del banco donde proseguían su histórica charla, iniciada aquel 14 de septiembre de 1955, cuando se conocieron precisamente allí y conversaron durante 10 horas seguidas. Y la clausura del edificio de la calle Emparan 49. Si la tal señora Rojo pretende revivir la guerra fría y eliminar a todo revolucionario radical, debe empezar por las estatuas de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Zapata; a Villa y Cárdenas sacarlos del Monumento a la Revolución, sobre todo Cárdenas, quien abogó por los cubanos, los sacó de la cárcel y además proclamó la educación socialista.
Por sus dos siglos de vida, la Tabacalera tiene una historia múltiple y diversa. El actual museo de San Carlos y su plaza se construyeron en 1805 por el valenciano Manuel Tolsá para el conde de Buenavista. Allí vivió Santa Anna, lo compró Maximiliano por 125 mil pesos. En 1898 se instaló la compañía Tabacalera Mexicana, cuando se fue quedó su nombre. Allí estuvo la Lotería Nacional, la Beneficencia Pública del DF, y la Preparatoria Nacional 4, hasta 1965.
En los años 40 llegaron miles de refugiados españoles, entre otras nacionalidades, rescatados de la guerra por Cárdenas y el cónsul mexicano Gilberto Bosques. Muchos rentaron en la calle Ejido (ahora avenida Juárez) en los edificios art nouveau mexicano y en el barrio. Mi tía Josefina Oliva vivió toda su vida allí, profesora de historia y geografía en la prepa; luego en 1967, mi madre y yo nos mudamos allí también. En los años 40 la Federal de Seguridad vigilaba el barrio porque corría el rumor que apuntó en su diario Víctor Serge: estaba lleno de comunistas
. Su centro operativo era un viejo edifico de tezontle en la contraesquina del Monumento a la Revolución. En los 50 seguían vigilando porque ahora estaba lleno de cubanos exiliados y normalistas rebeldes encabezados por Othón Salazar. Los vecinos se percataron de que unos muchachos amables, de inconfundible acento, transitaban por allí dispuestos a realizar cualquier trabajo: peluquero, fotógrafo, incluso Almeida como extra en una película de Tin Tan. No en balde en Emparán 49, entre Ejido y Edison, vivía una conocida cubana: María Antonia, alegre, encantadora, guapa, al grado de que el austero gallego don Ramón, dueño de los abarrotes en la esquina de Edison, le fiaba y a veces regalaba buen abastecimiento para su tropa. Allí estaban y siguen los hoteles Nueva York, Oxford y Carlton, donde se hospedaron y/o reunieron algunos de los veintitantos conspiradores iniciales. Sobre todo, el emblemático Café La Habana, centro de izquierdistas múltiples.
La primera oleada de exiliados cubanos fue la de los 30. Con el primer golpe de Estado de Batista, llegaron Raúl Roa, Carlos Rafael Rodríguez, Juan Marinello y otros. Protegidos por el mismo Gilberto Bosques, ahora embajador en Cuba, llegaron en julio de 1955 Fidel y Raúl Castro, Ramiro Valdés, Juan Almeida. Convocaron a los que estaban en Guatemala, Honduras, Costa Rica. De Guatemala llegó Ñico López, quien en casa del profesor Edelberto Torres conoció al vibrante argentino, los dos lograron escapar al golpe de Estado contra Árbenz, en junio de 54. En México, Ñico llevó al Che con Fidel a la casa de Emparán, ahí se identificaron intensamente.
En su libro Guerrillero del tiempo, Katiushka Blanco entrevista a Fidel, quien recuerda: en México lo primero que llamó mi atención fue el orgullo por la Revolución y un sentimiento de hostilidad hacia Estados Unidos mucho más grande que en Cuba
, pero pese a todo lo realizado por la revolución, la mayoría del pueblo vivía en pobreza
. Ellos sobrevivían centralmente con fondos del M-26 de Julio. Relata con detalle la vigilancia y su arresto el 20 de junio del 56, por suerte cayeron sólo 22 compañeros y 30 por ciento de las armas
.
Allí se detallan las experiencias que Fidel intercambió con el Che en esas 10 horas, cuando percibieron que éstas los llevaban a las mismas conclusiones. Fidel traía la experiencia de Cayo Confites en 1947, una fracasada expedición a Dominicana contra el dictador Trujillo; la participación en la insurrección espontánea en Colombia tras el asesinato del líder antimperialista Eliecer Gaitán bajo la tutela de la recién fundada OEA y el golpe de Estado que se impuso; finalmente el asalto en 1953 al cuartel Moncada en respuesta al segundo golpe de Batista.
El argentino relató la experiencia revolucionaria vivida en Bolivia, donde el MNR y sus líderes mineros y obreros lograron una revolución popular. Había recorrido buena parte del continente y percibido las condiciones políticas y sociales. En Guatemala su formación creció al participar en las transformaciones del gobierno Árbenz, la reforma agraria que desató la ira de Estados Unidos y el golpe de Estado.
En México tuvieron el apoyo de importantes personajes: Jesús Silva Herzog, connotado intelectual; Eduardo Villaseñor, banquero y poeta; Alonso Aguilar Monteverde, que junto con Cárdenas formó el MLN; Arnaldo Orfila, director del FCE, entre otros, como Antonio El Cuate, su armero, y Antonio Vanegas, su impresor. Son parte de nuestra historia común, por eso pertenecen a la Tabacalera.
* Investigadora de la UPN y autora de INEE y su dilema: evaluar para cuantificar y clasificar o para valorar y formar