ontinuamos indagando acerca de los vaivenes de la democracia en el mundo. Decíamos en mi artículo del domingo pasado que la sociedad mundial, tarde o temprano, llegará a un nivel de civilización tal que sólo con el hecho de ejercer el derecho a elegir se estará respetando y garantizando la ciudadanía absoluta, sin que nadie la condicione.
Con los instrumentos técnicos actuales, tenemos la oportunidad de revisar los sistemas de votación que se han utilizado a lo largo de la historia, prácticamente de cualquier cultura.
Una tarea de investigación pendiente sería llevar a cabo un estudio a fondo de los sistemas que sean factibles para la situación actual y diseñar aquel o aquellos que le den certeza al ejercicio de la democracia.
Como botón de muestra, entre los mayas antiguos y, aun en la actualidad, cuentan con diversos sistemas de votación basados en sus costumbres y tradiciones, sobre todo por la importancia que le dan a las autoridades tradicionales, ya sea por el desempeño del candidato o candidatos entre la comunidad por la experiencia en el cargo cívico, incluso religioso. Nada en lo oscurito, como, en general, se llevan a cabo entre las cúpulas de los partidos políticos anquilosados actuales.
Las autoridades seleccionadas siempre han sido motivo de especulaciones, ya sea porque pertenecen al grupo en el poder o porque los respaldan organizaciones o sectores determinados, acostumbrados a manipular la información. Cada quien defiende y seguirá defendiendo sus intereses personales o colectivos. De hecho, para eso se inventó la democracia, para defenderse de los intrusos, o de los cambios no deseados.
En cuanto a transparencia en el asunto de las votaciones, tenemos relatos que describen la calidad de organización de las culturas ancestrales. En América, por ejemplo, existen testimonios de la legitimidad y limpieza en eso de escoger al mejor representante. Contamos con documentos históricos que lo demuestran, pese a la destrucción que hicieron los conquistadores a su llegada a estas tierras continentales.
De acuerdo con el testimonio sobre los derechos electorales de los pueblos originarios, para los europeos invasores la forma de vida de las naciones no merecía consideración alguna. Sin embargo, se han encontrado narraciones que muestran cierto reconocimiento, incluso admiración por la forma de organización de los pueblos.
Francisco Ximénez, lingüista y estudioso de la cultura maya, quien realizó la primera traducción del Popol Vuh (1703), describió la tradición, podríamos decir democrática, que se reproducía en varios pueblos mayenses. El fraile dominico fue promotor de las denuncias directas a la corona española, al igual que el fraile Francisco de Vitoria de las violaciones a los derechos de las naciones sometidas por los ejércitos colonialistas de Hernán Cortés y sus correligionarios en la región de la actual Guatemala.
Ximénez describió, entre otras costumbres de dichos pueblos del sureste, la práctica democrática con la que seleccionaban a sus autoridades y hace hincapié en que el nombramiento de sus líderes se realizaban con tal orden y unanimidad que el hecho de presenciarlo era asombroso y aleccionador.
La imposición de las costumbres europeas entorpecieron el desarrollo de ese tipo de democracia, esa que no conocían de donde provenían. De hecho, en el sistema monárquico de aquella época y en lo que queda de ella, la democracia no existe. Los reyes y reinas son decisiones del supremo creador, en el caso de las monarquías católicas.
Tampoco en los países actuales, supuestamente democráticos por excelencia, como presume Estados Unidos, la democracia está mutilada por las restricciones de su práctica.
En un estado de derecho, como el del pueblo estadunidense, en el que sólo participan dos partidos políticos, no obstante la existencia de algunas decenas más, ¿cómo se puede hablar de libertad de votación? Este es un ejemplo de la democracia capitalista obsoleta.
Recordemos algunos conceptos marxistas acerca de lo que significa el voto en la democracia, a la que todavía recurrimos. Podemos seguir esperando hasta una nueva sociedad donde la representación social esté basada en la organización efectiva de la clase trabajadora internacional.
El voto efectivo, en una sociedad verdaderamente libre, será respetado, no importa el estrato de la población de donde provenga y sin condicionarlo por las ataduras comerciales de los gobiernos. Una democracia sin votos amañados será una verdadera democracia.
Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará
Colaboró Ruxi Mendieta