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Fidel y el Che, la historia que no se embodega
N

unca es una buena idea el tratar de borrar la historia. No se puede y se termina por potenciar lo que se pretendía ocultar.

La alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo, tomó la decisión de rescatar el espacio público, dice ella, y liberó una banca en el parque Jardín Tabacalera, desalojando dos piezas escultóricas de las figuras de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara.

Al margen de los argumentos administrativos con los que dice contar, me detengo en lo que es en realidad una toma de postura ideológica, atada al otro extremo de las oscilaciones que provoca el péndulo de lo identitario.

En efecto, ni Fidel ni el Che son monedas de oro, y más bien se encuentran entre los personajes de dimensión histórica que polarizan, pero a los que nadie les puede negar el papel protagónico que tuvieron.

En el caso de las esculturas, ahora embodegadas, había que ponderar el porqué de su colocación y ello tiene que ver con el refugio que obtuvo Fidel en nuestro país en 1955, después de pasar dos años de prisión en Cuba por el asalto al cuartel Moncada.

Fue en la colonia Tabacalera donde conoció al Che Guevara, con quien forjaría una amistad y un compromiso que años después, en 1958, los llevaría a la toma del poder en La Habana.

Los lazos con México se hicieron evidentes, no sólo por la solidaridad que aquí obtuvo, sino por un incidente que pudo cambiar el curso de la historia de Cuba, ya que Fidel fue detenido por agentes de la Dirección Federal de Seguridad.

Comandados por Fernando Gutiérrez Barrios, quien con el tiempo sería gobernador de Veracruz y secretario de Gobernación, los policías políticos tuvieron en sus manos a quien a todas luces se le podía calificar como un subversivo, supieron que partiría a Cuba en el yate Granma y que tenía el propósito de seguir enfrentando al dictador Fulgencio Batista.

Lo dejaron ir, por esa predisposición que a veces moderaba los apetitos de una corporación acostumbrada al espionaje y que tenía en la izquierda y los comunistas a sus principales enemigos, pero para quienes estas pasiones no tenían que trasladarse al ámbito de otras naciones.

Es más, Fidel y Gutiérrez Barrios llegaron a ser amigos, ya que el líder de la Revolución siempre le reconoció el gesto, la decisión que, literalmente, cambió su vida.

Otra cosa fue, a partir de los años setenta, los compromisos que se generaron con grupos que gravitaban en torno a la revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas y Jorge Carrión, donde, desde el principio, hicieron una apuesta sin dobleces por los barbudos.

Tenían razones, y una de ellas era la semejanza de las situaciones de México y de Cuba por los amagos hostiles del gobierno de los Estados Unidos.

De modo más soterrado, y con el sigilo que requiere la diplomacia, el embajador mexicano en La Habana, Gilberto Bosques, ya enviaba sus análisis ponderando lo que percibía como un cambio positivo si se le comparaba con los rigores dictatoriales impuestos por Batista.

En Política, el trabajo con los cubanos los llevó a contratar los servicios de Prensa Latina, la agencia fundada por el propio Che Guevara y por el periodista Jorge Masetti.

En Cuadernos Americanos, Enrique Camacho y Juan Rafael Reynaga escribieron “Fidel Castro a través de la hemerografía mexicana: el caso de la revista Política” (núm. 103, 2004), un análisis revelador sobre el papel de una publicación en esa historia: el de la construcción de un imaginario y la proyección de un liderazgo que equiparaban, por cercanía y proyecto, con el de Lázaro Cárdenas.

Por supuesto que el esbozo del breve exilio de Fidel, de sus caminatas, reuniones y pláticas en la colonia Tabacalera, son apenas el inicio de extensiones mucho más amplias, sujetas a la discusión del pasado, pero sin el absurdo de tratar de negarlo o de sujetarlo a parámetros del presente, una trampa socorrida por la memoria, pero alejada de la historia.

Supongo que una de las consecuencias del retiro de las esculturas será la de verlas pronto en otro lugar, para que sigan conversando.

* Periodista

X: @jandradeJ