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Norberto Rivera y la impunidad sagrada
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orberto Rivera adquirió dos departamentos el 29 de febrero de 2024 en el complejo de lujo de la Torre Mítikah, localizada en el sur de la Ciudad de México, cuyo valor supera 20 millones de pesos. El hecho, más allá de los impuestos recuperados, pone de relieve su voraz e incontrolable apetito por el poder y el dinero. ¿De dónde provienen dichos cuantiosos recursos? El hecho es vergonzoso para todo religioso, ya que falta a uno de los principales juramentos de la vida religiosa: el voto de pobreza. Es un voto, impulsado por los padres de la Iglesia, que implica la renuncia voluntaria a la posesión de bienes materiales. Este voto se considera un camino para seguir más de cerca a Jesucristo, quien vivió una vida sencilla y sin posesiones materiales.

Norberto Rivera, de 84 años, tuvo la escuela en sus tres principales mentores, a los que aprendió a ser un escabroso religioso. En sus inicios sacerdotales fue consentido del recio obispo de Durango, Antonio López Aviña, con gran ascendencia entre las familias ricas y poderosas de la región. Su incidencia política era notable, así como manejos turbios de dineros. No es casual el apodo que recibió en sus días de gloria: López Rapiña. La segunda influencia fue Marcial Maciel, cuyas patologías y perversidades sexuales Norberto protegió a capa y espada, despreciando las sólidas acusaciones que había en su contra. Maciel fue un monstruoso empresario de la fe que construyó un imperio financiero con muy dudosos negocios, muchos de ellos con base en el lucro de los sectores más pobres de la sociedad. De su tercer gran mentor, el nuncio Girolamo Prigione, aprendió a vincularse con las más altas esferas del poder político, social y económico. También aprendió a relacionarse con actores cuyos proyectos bordaban en canales subrepticios con los que podría beneficiarse.

El cardenal Rivera, en retiro, cuyos orígenes son muy humildes, contrasta durante su mandato como arzobispo de la Ciudad de México con gustos sofisticados y amistades de alcurnia. Se convirtió en un príncipe autoritario. Su trayectoria está colmada de querellas económicas. Desde que en 1985, recién nombrado obispo en Tehuacán, disputó lucrativas granjas avícolas, manejados por el sacerdote agustino de origen ecuatoriano, el padre Hallo. Al llegar a la arquidiócesis primada de México, en 1996, Rivera concentró sus esfuerzos para arrebatar el control de la Basílica de Guadalupe al abad Guillermo Schulenburg, asegurando así las cuantiosas limosnas cuyos ingresos anuales eran de unos 60 millones de dólares.

Rivera vendió indebidamente en 12.5 millones de dólares el derecho de autor de la imagen de la Virgen de Guadalupe a la empresa estadunidense Viotran, mediante un contrato suscrito en 2002. Durante la cuarta visita del Papa a México se le criticó por la excesiva comercialización que hicieron él y los legionarios: Las papas del Papa. Y sobre todo la disputa con el nuncio Justo Mullor por el destino de los excedentes económicos de dicha visita. Mullor quería donarlos a asilos y orfanatorios. Norberto quería quedárselos.

Rivera plantó imposiciones y cosechó tempestades. Encajó rudezas y cultivó escándalos. Hay más historias, como una agencia de viajes, pero destaca la Fundación Plaza Mariana, que comercializó espacios, timando a antiguos locatarios. En un predio regalado por el entonces jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador en 2003, hizo millonarios negocios. En este ejercicio varios empresarios invirtieron en desarrollos inmobiliarios. Destacan Carlos Slim y Mario Vázquez Raña, amigos cercanos a Rivera ( Proceso, 2093).

El 7 de julio de 2013, el papa Francisco visitaba a los migrantes y denunciaba sus condiciones infrahumanas en la isla de Lampedusa. En agosto Rivera se daba la gran vida con sus amigos magnates en el pueblo gallego de Avión, España, reportó la revista Proceso. Ofició misa, jugó dominó, cartas, fumó puros y compartió manjares con personajes acaudalados, como Olegario Vázquez Raña, Carlos Slim, Miguel Alemán y el hombre más rico de España, Amancio Ortega.

Norberto Rivera fue lo opuesto del papa Francisco. Mientras Bergoglio demandaba sencillez, humildad y sabiduría espiritual a sus pastores, Norberto practicaba la opulencia y el gusto de viajar en jets privados de sus amigos ricachones. Recordemos los señalamientos del Papa en Catedral, el 13 de febrero de 2016. Hubo segmentos dirigidos directamente a Rivera: No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubes de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias. Atención: Club de intereses en referencia directa al llamado Club de Roma fundado por el siniestro nuncio Girolamo Prigione.

Hablar del cardenal Rivera es transitar los laberintos de la impunidad mexicana. Él encubrió curas pederastas, además de haber participado directamente en situaciones morales escandalosas. Está sembrada la sospecha de las incursiones de Rivera en negocios y la manera en que ha procedido son reprochables. Sus nexos con Fernando Pyro de la O, quien es señalado por presunto lavado de dinero del narcotráfico, lo colocan en situación embarazosa porque está en la mira de la FBI. Así lo insinúa el amplio reportaje de Univisión.

Los departamentos de 20 millones de pesos del cardenal son una raya más para el despiadado tigre consagrado.