Opinión
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Negociación y valor
L

os empeños para sacar a Petróleos Mexicanos (Pemex) de sus tribulaciones llevan años con variables resultados. Tanto Andrés Manuel López Obrador como ahora Claudia Sheinbaum ponen los mejores empeños para sacarlo de su crítico estado y momento. Ven a Pemex como la valiosa empresa que fue, y puede seguir siendo, a pesar del controvertido manejo que padeció.

Para facilitar su arreglo, concitan recursos de donde pueden obtenerlos. Ahora, a la par de estos difíciles trabajos de rescate, se padecen las presiones de Donald Trump y sus aranceles locos. Pero la deuda, de 100 mil millones de dólares es inmensa y por demás dañina.

No fue utilizada para producir y crecer en la gestión de la petrolera o, en bien del país por añadidura. La usaron para facilitar la fiscalidad y no molestar (subsidiando) a los (no) causantes mayores. Endeudaron a Pemex para reducirla, quebrarla y vender los remanentes. Ninguna empresa puede cargar con ese volumen de recursos por pagar. Su servicio es criminal para la fluidez del diario quehacer. Este endeudamiento salvaje tomó sólo dos administraciones –Peña y Calderón– en contratarse. Los auxiliaron un enjambre de financieros privatizadores y otros legisladores que incidieron, mediante sacos cargados con ilegales pesos, en las famosas reformas peñistas. La publicitada excusa de salvar a México fue la justificante de venta.

La realidad indica que, a mayor deuda, menor producción en una relación estrictamente inversa. Con los dispendios en boga pues nunca fueron aminorados durante largos y oscuros años prianistas.

Los errores pasados forman pesado fardo. Grandes, medianos y chicos obstáculos subsisten aún tras la depuración reciente, acumulados durante más de 40 años del mando tecnocrático neoliberal. En ese periodo no cejaron en dañar a la empresa que, a pesar de ello, ha continuado sus forzadas cuan generosas aportaciones. Durante este oscuro periodo de su gestión, Pemex fue usada, también y continuamente, como caja grande para asegurar elecciones priístas. Miles de millones fueron extraídos de sus tesorerías sexenales para comprar votos de individuos, familias y regiones situadas en cuencas de pobreza. Supervisores de casillas, a veces con todos sus integrantes, entraron en los planes de sabotaje. El conteo y resguardo de boletas, fue encargado a bien entrenados maestros en alterar legítimos resultados. Largas jornadas de trabajos mapacheros, escenificadas por efectivos profesores del SNTE, fabricaron parte de esa democracia, añorada por la actual crítica. Los mentores, qué duda cabe, fueron inapreciable tesoro de la longevidad priísta. Todo ello aceitado con los recursos petroleros.

El formidable desarrollo sindical llevó cuando menos tres o cuatro décadas de activos profesionales de la mano alzada.

El enjambre de empresas fundadas a costillas de Pemex se cuentan por millares, íntimamente relacionadas con la excesiva estructura burocrática interna. Camadas enteras de funcionarios de la petrolera se adhirieron indisolublemente a sus entrañas. Y ahí siguen muchos, enquistados, sacando provecho. El descubrimiento de los últimos megapozos sirvió, con los llamados excedentes presupuestales, para generar fortunas por todos y cada uno de los estados de la República. Millones de barriles diarios, durante largos periodos, le fueron extraídos con rapidez alocada. Se inyectó indebidamente dañino nitrógeno y se averiaron así pozos de 2 millones de barriles al día.

Fueron tiempos de fluctuaciones en precios: entre 30 dólares a casi 100. La multiplicación de rangos mayores a los 50 por barril crearon caudales inmensos, usados, cínicamente, para la gobernabilidad. Durante el foxato se invirtieron estas fortunas en la compra para procrear dóciles gubernaturas. Nunca se averiguó dónde quedaron esos sobrantes petroleros. Parece que se esfumaron en un borrascoso horizonte incomprendido. Los críticos actuales, ya adultos desde entonces, no levantaron plumas ni voz alguna, a pesar de la cabalgante evidencia de corruptelas. La fundación y connivencia del prianismo lo justificó para no dejar pasar a la izquierda.

Con toda esta magnífica detraseidad se ara en el conflictivo presente nacional. La doctora Sheinbaum debe hacer frente al soberbio rubio anaranjado de los aranceles locos, un presidente que, debiendo ser bastión de estabilidad, se instala en agente de caos interno en su país sin olvidarse de la geopolítica. Abusando del poder acumulado durante largos años, apabulla a otros que han logrado ser interdependientes con su enorme economía. Mientras mayor interrelación, más vulnerables resultan ser a sus mañosas amenazas. El prestigio y amistad con el poderoso chantajista marca hoy en día la fama y el aprecio de nuestro vecino del norte. Además, su lucha por detener el crecimiento y poder chino, está perdida. Pero, hacia esa dirección habrá que mirar con inteligente atención de largo aliento.