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Las viñas de la desconfianza y la incertidumbre
E

l colapso agrícola recorre las fértiles praderas estadunidenses. Según algunos analistas, la situación que se vive en el medio rural del país vecino del norte sólo se asemeja al Dust Bowl (Tazón de Polvo), la gran crisis agrícola y social provocada, entre otros factores, por la gran sequía de los años 30, que inspiró Las Viñas de la Ira, gran novela de John Steinbeck, llevada al cine por John Ford.

En la situación de ahora, a diferencia de aquella, no pesan tanto la sequía ni la agricultura extensiva. Lo definitivo son una serie de decisiones políticas de la administración de Trump: la guerra comercial y arancelaria, su política represiva hacia los migrantes y su Ley Presupuestaria, la Big Beautiful Bill, que recorta importantes fondos para la salud y bienestar de las mayorías (https://acortar.link/oKlzqx).

Incluso, la reciente cancelación de los Programas de Acuerdo Cooperativo de Asistencia para la Compra de Alimentos Locales (LFPA) y Alimentos Locales para Escuelas (LFS) por parte del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) ha afectado significativamente a agricultores, escuelas y bancos de alimentos locales.

A las decisiones políticas vienen a sumarse el deterioro de la infraestructura de transporte y almacenamiento, la no actualización y cobertura deficiente de tecnologías de información y de comunicación y el cambio climático.

La guerra comercial desatada por la política arancelaria de Trump ha tenido un efecto perverso inmediato: los productores estadunidenses se han visto privados de grandes mercados como el de China. Sobre todo, los productores-exportadores de soya, trigo, sorgo, carne de res, leche y almendras.

China ha respondido a las bravuconadas de Trump como los héroes de las películas del Oeste: silenciosamente y con tiros precisos. Ha sustituido la proveeduría de Estados Unidos comprando ahora la soya a Brasil, el trigo a Rusia, la carne a Argentina, las almendras a Turquía, y así sucesivamente. Firma contratos de mediano plazo y va más allá en su desarrollo de proveedores: les ayuda a construir puertos, terminales graneleras y vías de comunicación. China está tratando de presentarse como una opción de mercado segura, estable y confiable.

Este realineamiento del mercado global agroalimentario perjudica gravemente a los productores estadunidenses, los priva de la principal salida de gran parte de su producción, derrumba sus ingresos, los entrega en manos de los bancos y los arrastra a la venta de sus activos y a la quiebra. El destino de muchas granjas familiares es la subasta: éstas han aumentado 40 por ciento en los años más recientes. Según los datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el número de granjas se ha reducido en 141 mil 633, y el área cubierta por ellas se ha reducido en 20 millones de acres con relación al censo de 2017.

La ofensiva de Trump contra los migrantes también perjudica a los granjeros estadunidenses: está disminuyendo la disponibilidad de personas jornaleras agrícolas: de ellas, dos terceras partes son extranjeras y 42 por ciento, indocumentadas. La necesidad de contratar una mano de obra más cara, más escasa, más exigente de prestaciones sociales, sin disposición a laborar largas jornadas, va a encarecer la producción agroalimentaria afectando tanto a productores como consumidores. Trump parece dispuesto a ceder un poco en este rubro, pero con él lo único seguro es que tenga otra ocurrencia.

Si los granjeros estadunidenses no encuentran mercados comparables al de China, su producción irá en descenso. Algunos especialistas pronostican que para 2030, en Estados Unidos la importación de alimentos superará las exportaciones.

La inseguridad y la desconfianza que corroen a la agricultura estadunidense tienen profundos efectos económicos y sociales: los granjeros ya no quieren correr riesgos contrayendo créditos, comprando maquinaria, invirtiendo en equipo e infraestructura; reducen la superficie a sembrar o simplemente la venden o abandonan. El comercio de las zonas rurales ha entrado en recesión, los jóvenes huyen de la agricultura, las poblaciones languidecen. Más de 700 hospitales, casi la tercera parte de hospitales rurales de Estados Unidos, enfrentan la posibilidad de cerrar por problemas financieros que se agravarán con la Beautiful Big Bill de Trump y los republicanos (https://acortar.link/ynur8d).

No sólo es cuestión de economía, sino de un modo de vida, de ecosistemas biológicos y sociales, de una cultura, que están siendo agredidos por las decisiones de política trumpista.

No sólo se perjudican la agricultura y economía de Estados Unidos. Se está generando una grave disrupción del mercado agroalimentario global con consecuencias imprevisibles: sobreproducción sin vender en algunos lados; mayor uso político del arma alimentaria y hambruna en otros lados. La guerra arancelaria es una caja de Pandora que apenas se abre.

Campean la desconfianza y la incertidumbre en las granjas estadunidenses. Quienes se suponía eran una de las bases sociales más duras de Trump, ahora se sienten traicionados, tratados como descartables, ya no indispensables, para el American Way of Life. Ahora, muchos se arrepienten del In Trump we trustque emitieron apenas en las elecciones de noviembre pasado.