Ars populi
ué barroquismo extremo nos lleva a decir, digamos, Si montas en un camello / te agarras de la joroba
para responder afirmativamente a equis pregunta? (Ignoro si la versión breve, Simón
, muchísimo más frecuente, dio origen al par de versos o si éstos al bisílabo). ¿Cuál la necesidad (no otra que literaria, suponemos) obliga al hablante a –para mostrar extrañeza, sorpresa o incredulidad– manifestar (frase tripartita recordada recientemente por un lector en la columna Dinero): Me extraña que siendo araña subas en elevador
? (Una variante agrega en seguida de araña
, quizá excesivamente, “no sepas la maña, y…”).
La creatividad verbal popular, que imaginamos espontánea, sea esto cierto o no, debe haber dado origen a los refranes. Del siguiente me sabía, y lo daba por completo, una parte: “Luego, luego se le ve la zanca al pollo…” Me faltaba, y fue Carlos Pellicer López quien me proporcionó la pieza faltante: “…y el brinco que va a pegar”.
En mi barrio había una maldición que por broma se lanzaba sobre otro: “Ojalá y te pegue un dolor, que entre más te agaches más te duela, y que cuando te pares (o ‘endereces’) te mueras”. Reía uno con eso, pero ahora que lo acabo de escribir no me parece tan de risa.
La espontaneidad, quise decir arriba, es una de las características de la creatividad verbal popular; otra, más que evidente, la imagen. Suele llamársele ingenio, chispa… Lo es, pero no es menos patencia de imaginación.
Sin imaginación no hay poesía, no hay –yendo un poco más lejos– literatura, ni arte, ni (me temo) muchas cosas más. Un chiste mal contado es un chiste mal (o no) imaginado. Las cosas tienen chiste, o chispa, cuando imaginativas.
Arte que no hace imaginar es muy probablemente no arte, simulacro. Puede estar muy bien hecho (en el caso de un poema, por poner un ejemplo, impecablemente redactado), pero no proceder de (natural) imaginación y para una (ajena y no, pero sin duda natural) imaginación. Así como se dice que dinero llama dinero
, imaginación convoca imaginación. No hay imaginación en soledad.
De esta última aseveración parten los poetas, desde ella actúan, creemos, todos los artistas. Por solo que estuviera Van Gogh no estaba solo, y él en su quehacer, clarísima, definitivamente lo percibía.
Espontaneidad e imaginación (sin los cuales el juego se oscurece) entran en juego a la hora de la creatividad verbal, por en ella quedarnos.