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Economía moral

¿Es posible una teoría económica crítica? Libro de Márkus y coautores que critica a El capital de Marx y pone en duda la viabilidad del comunismo (4ª entrega)

E

n entregas anteriores (28 de marzo; 4 y 11 de abril) narré el contenido del prefacio de János Kis (JK) a How is Critical Economic Theory Possible? (HCETP, Brill, Leiden, 2022), libro que escribió en coautoría con György Márkus (GM) y György Bence (GB)entre 1970 y 1972 en húngaro y cuya publicación fue prohibida por el gobierno comunista de Hungría, donde 20 años después fue finalmente publicado, en 1992, tras el colapso del comunismo. Por razones de ‘táctica política’, que no se han aclarado suficientemente, la publicación al inglés se hizo 30 años después, cuando el único coautor sobreviviente era JK, quien por tanto supervisó la traducción (y al parecer participó en ella) y, como dije, escribió el prefacio. John Grumley, ex alumno muy devoto de Márkus y que figura como coeditor con JK de la edición en inglés, dice en su muy escueto prólogo al libro que su tardía traducción habla de algunas de las preocupaciones permanentes de Márkus. En el mismo prólogo señala, por un lado, que este libro es el más importante de sus trabajos húngaros preexilio (tome el lector en cuenta que Marxismo y antropología fue publicado en Hungría en 1971 y, según una fuente, los derechos de autor son de 1966, y que obviamente sus coautores de HCETP, y Grumley, conocían desde antes; y, por otro, dice: Una disputa interna sobre táctica política causó una escisión entre generaciones de la Escuela de Budapest y esto frenó la traducción del libro por más de un decenio. Grumley también señala que “GM pasó 10 años de su vida escribiendo una crítica a la Crítica de la economía política de Marx como se elaboró en los volúmenes inconclusos de El capital”. Lo dicho hasta aquí me lleva a pensar que Márkus fue el autor principal del libro y el que postergó su traducción al inglés. Con esto en mente, acometo la narración del contenido de HCETP que haré en esta y las próximas entregas. El capítulo 1 aborda la división del marxismo entre occidente y oriente de Europa antes y después del auge de los movimientos que tuvieron sus respectivos auges en 1968: anticapitalista en el ámbito occidental y de reforma del socialismo (SCL) realmente existente en el oriental. Aunque las fuerzas que se expresaron en ambos movimientos lo hicieron en términos del SCL, le atribuían significados diametralmente opuestos a su realización. Un lado insistía que el SCL no puede realizarse sin adherencia al principio de tolerancia y la operación ininterrumpida de las instituciones de la democracia representativa, el otro lado buscaba desenmascarar la tolerancia como forma de represión manipuladora que oculta los mecanismos antidemocráticos. Un lado enfatizaba la necesidad de escalas de pago diferenciales, la otra demandaba la desaparición de las categorías salariales. Uno argumentaba a favor de los intereses empresariales y la ganancia como motivo, la otra declaraba la eliminación del motivo ganancia como meta final de los movimientos SCL. Cada uno reconocía al otro como representativo de lo que se había comprometido a luchar en contra. La Nueva Izquierda Occidental (NIO) acusaba a los Reformistas de Europa Oriental (REO) de intentar restaurar el capitalismo (CPL), estos llamaban a la NIO a que repudiaran el neodogmatismo.

Nada más fácil, añaden, que ver ambas posturas como unilaterales. Se podría decir que ambos están en lo correcto en su propio terreno; que la producción de mercancías debe desaparecer en una sociedad socialista, pero que tratar de cumplir este requisito a largo plazo sólo tiene sentido en el contexto de estándar de riqueza y de desarrollo tecnológico que sólo los países capitalistas líderes tienen ahora; y que el desarrollo económico y una más completa satisfacción de N en Europa Oriental no puede asegurarse sin las instituciones del mercado. Pero este razonamiento no apaciguaría a las partes en conflicto, pues el dilema de fondo sigue vivo: no se pueden reconciliar las relaciones de mercado y el SCL. Por tanto, los coautores sostienen que en vez de mediar en los puntos en conflicto lo que hay que hacer es encontrar las raíces del conflicto y removerlas. Notan que hay una fuente profunda de la polarización que expresa la vieja contradicción interna entre la teoría marxista y su teoría económica; la bifurcación entre las intenciones filosóficas críticas del marxismo y los resultados de la teoría económica marxista: los ideólogos de la NIO se esgrimen los postulados de la crítica filosófica y los REO contestan con los requerimientos de la teoría económica. Los primeros se refieren a cómo debe ser una economía socialista para cumplir su misión liberadora; los segundos se centran en cómo funciona una economía viable. El debate está atorado porque ambas partes tratan la premisa común, la teoría económica marxista, acríticamente, por razones diferentes. La premisa implícita de los REO es la realización que el modelo de SCL basado en la TVT es inaplicable en la práctica. Pero los economistas progresistas –por razones tácticas – se abstienen de una crítica abierta de los principios establecidos en El capital y por tanto no contestan la pregunta sobre las consecuencias que una rendición (¿negación?) de las soluciones ofrecidas por la TE marxista, tendría en los propósitos emancipatorios del marxismo. Parecen haber olvidado las consideraciones que llevaron a Marx a sostener la incompatibilidad del SCL con los mecanismos de la producción de mercancías. Pero la NIO habla sobre lo que los progresistas de la REO prefieren callar. Demandan tomar en serio las intenciones filosóficas de Marx incluyendo el diseño de la economía socialista y la superación de la alienación. Los críticos de la reforma económica preguntan cómo pueden subordinarse los procesos económicos a las N sociales si esos procesos siguen los criterios de la ganancia, opuestos a los de las N; cómo puede lograrse el control directo de los productores sobre la producción si el funcionamiento de las unidades económicas y de la economía en su conjunto son regulados por los mecanismos espontáneos del mercado; cómo puede lograrse la democracia en los sitios de trabajo si las competencias profesionales y la división del trabajo establecen relaciones jerárquicas entre los participantes en la producción. Incluso los críticos más cuidadosos están dispuestos a conceder que puede haber un periodo transicional en el cual los mecanismos de la producción de mercancías puedan todavía ser indispensables. Pero son acríticos respecto a la TE marxista, lo que sugiere su necesidad de mitos y una disposición a sacrificar incluso los requerimientos científicos mínimos para proteger su celo revolucionario.