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Estudiar Estados Unidos
N

os estudian, examinan, vigilan, dronean, espían. De ellos nosotros apenas sabemos lo que nos quieren informar sus medios corporativos y el polvo que de ellos recogen los de la misma laya que circulan en territorio nacional.

Entre centros, institutos, programas educativos, bancos de datos, organismos oficiales y civiles suman –si conté bien– 87 instituciones estadunidenses dedicadas al estudio y la investigación de los países de América Latina y el Caribe. Más de 30 de ellas se hallan insertas en estructuras universitarias.

Aparte debe contarse una miríada de think tanks (centros o tanques de pensamiento). Unos operan como oficinas gubernamentales (dependen del Departamento de Estado, de otras agencias, diversas secretarías y del Pentágono); son también organismos civiles (dependientes de individuos, partidos, universidades, empresas u organizaciones empresariales), que pueden ser de apoyo a las políticas y estrategias de Washington. Google Custom Research indica mil 200 centros y think tanks de investigación. En una lista restringida conté casi 320 de los más visibles. Sólo en los temas de economía y política Wikipedia enlista 150 y la Heritage Foundation alrededor de 130.

La temática de esos centros y think tanks es muy variada y no se limita a la realidad de Estados Unidos; es de hecho global. Muchos tienen que ver con defensa y seguridad nacional y con su reverso: estrategias para controlar y combatir donde se presente –sobre todo en su patio trasero, que no hemos dejado de serlo– aquello que milite contra sus intereses o de los intereses convergentes de sus trasnacionales. Desde vivienda, salud, educación y recursos naturales hasta las principales ramas económicas, el gobierno, la ciencias y la tecnología, así como problemas sociales, son algunos de sus temas que, por supuesto, implican aquí y allá a los países de América Latina y el Caribe.

Añádanse las agencias, oficinas, consejos, comisiones, donde se realizan numerosas investigaciones vinculadas a la gestión estatal, el control sociopolítico interno y externo del gobierno estadunidense y la defensa y la seguridad. Son cientos. El cine y ciertos hechos nos han familiarizado con la FBI, la CIA, la DEA: la punta del iceberg.

Buena cantidad de ese universo de lugares desde los cuales se hace investigación sobre nuestros países se halla en manos de la derecha (los famosos neocons o neoconservadores). De algunos hemos conocido sus programas e informes estratégicos que atentan contra el interés soberano de los países latinoamericanos y caribeños: el Instituto Santa Fe, el Instituto Baker de Políticas Públicas, Pro Pública, la Heritage Foundation, la Red Atlas y la Usaid (ya extinta).

Frente a esa enorme acumulación cognitiva sobre nuestras realidades, los gobiernos, las entidades educativas de nivel superior y los centros civiles de cada uno de los países que integramos la América al sur del río Bravo, o bien nada hacen o lo que hacen es insignificante acerca de lo que geopolíticamente representa Estados Unidos para el subcontinente. Como si lo que irradia todos los días y a cada hora hacia nosotros no tuviera la importancia que tiene.

De ahí que ante decisiones que afectan nuestro presente y futuro, como las que hoy se derivan del gobierno encabezado por Donald Trump, nuestras respuestas sean usualmente reactivas. Carecemos de estrategias de defensa territorial, soberana, de nuestros recursos naturales, de economía (sobre todo financiera y de inversiones), de objetivos y operaciones militares, de migración, tráfico criminal, expresiones culturales.

Por lo que hace a México, sólo en unas cuantas instituciones educativas se realizan estudios e investigaciones sobre Estados Unidos. Están el Centro de Investigaciones sobre América del Norte (UNAM), y programas en torno al tema en El Colegio de México, El Colegio de la Frontera Norte, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Universidad de Guadalajara, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Querétaro, la Universidad Autónoma de Yucatán, el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, la Universidad de Guanajuato, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Universidad de las Américas. Y los estudios que desarrollan, a título individual o de grupo, los investigadores inscritos en el Conahcyt. Menos, en todo caso, que el número de instituciones y centros de estudios que existen en las principales universidades de Estados Unidos sobre México.

Algunos de esos programas están patrocinados por el Departamento de Estado y en colaboración con empresas mexicanas y extranjeras. Por ejemplo, el Fondo de Innovación 100K in the Americas, en coparticipación con la Fundación Jenkins, Coca-Cola en México y Sempra Energy. Su orientación ideológica, es claro, obedece a los intereses de Estados Unidos. Y lo que se requiere es de estudios e investigaciones sobre Estados Unidos con una visión estratégica desde América Latina y el Caribe. A esta región pertenece México, aunque a veces no se lo piense así. Justo como lo expresó la presidenta Claudia Sheinbaum en la reciente cumbre de la Celac.

Estudiar con esa visión a Estados Unidos. Y de igual manera, para entenderlo cabalmente, asumir ese necesario ejercicio respecto a los países de América Latina y el Caribe. Estudiar, pues, las Américas. Creo que es imperativo.