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Viajar con la menstruación, otro calvario que viven las migrantes
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▲ Al difícil camino en busca de una mejor vida, Alison agrega los avatares que sufre por la falta de higiene y dinero.Foto Regina Solórzano Alderete
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de abril de 2025, p. 5

En medio de algún camino despoblado, Esmeralda García se manchó la ropa interior por la menstruación y no pudo hacer más que cortar con manos y dientes un pedazo de playera para contenerla.

En la inhóspita selva del Darién, entre Colombia y Panamá, Alison Fernández recogió los pañales de bebé que otras mujeres tiraron para quitarse carga y, doblados al revés, se los acomodó para que absorbieran el flujo, como si fueran toallas sanitarias.

Arriba de la Bestia, en pleno sol y con el intenso movimiento, Geraldine Díaz se apresuró a cambiarse de tampón procurando que nadie la viera. “Es horrible, son experiencias que a veces tú dices: ‘no puedo’, pero llega el momento y tienes que hacerlo”. Una vez arriba del tren se te quita la pena, se te quita todo.

Éstos son los crudos testimonios de mujeres que tras meses de viaje llegaron en tren a Irapuato, Guanajuato, para instalarse temporalmente debajo del puente vehicular Siglo XXI, donde es habitual que se junten los migrantes a esperar el siguiente ferrocarril.

En medio de la incertidumbre generada por el gobierno de Donald Trump, la afluencia de personas que pasan por este lugar ha disminuido drásticamente, pero no cesa; pasó de 100 a 40 extranjeros diarios desde la llegada del mandatario, estimaron Los Amigos del Tren, asociación civil que les brinda atención gratuita.

La historia de ellas es la de muchas mujeres de Latinoamérica que migran hacia Estados Unidos y tienen la regla.

Usar calcetines o playeras, por lo regular las que ya están sucias o viejas, y que con suerte pueden cortar con algún cuchillo o cortaúñas; es el método más socorrido para protegerse cuando la fisiología se impone a la falta de dinero y las rudas condiciones propias del viaje.

Los sudores y hedores causados por las largas caminatas, el uso de ropa húmeda o mojada por atravesar ríos y canales, subir y bajar del tren, de pendientes y caminos accidentados, cargar niños y equipajes, además de la imposibilidad de bañarse y los métodos improvisados e insalubres para protegerse del sangrado –un trapo puede terminar empapado en pocas horas– son las circunstancias ideales para infecciones genitales, que además de vulnerar su salud lastiman su autoestima.

Geraldine, originaria de Venezuela, lamentó: la higiene es lo más duro de enfrentar como mujer en este viaje.

Además, en ocasiones ni siquiera tienen forma de prever cuándo tendrán su periodo, pues el estrés, la ansiedad y la mala alimentación les ocasiona desajustes hormonales y hacen que el sangrado pueda aparecer en cualquier momento.

Es algo bien difícil que hasta uno se pone a llorar porque no halla qué hacer, está una toda manchada, sin un lugar donde bañarse, comentó Esmeralda, originaria de El Salvador, quien ha estado los cinco días de su regla sin entrar a un sanitario.

Cuenta que hace nueve meses, cuando emprendió su viaje, salió de su país preparada con bolsas en las que guardó suficiente ropa, dinero y artículos de higiene personal, incluidas sus toallas íntimas. Sin embargo, en México, en una de esas nos siguió Migración y nos tocó botar los bolsones. El día que nos tocó nuestro periodo tuvimos que romper camisas para ponernos algo porque por donde veníamos caminando no hallábamos tiendas ni nada. Es difícil andar así, incluso hasta ropa del niño (su hijo) me tocó romper.

Por su parte, Alison, chilena de 22 años, contó: la viví bien dura porque soy irregular y me daba hemorragia. Así que además de usar pañales, echó mano de los jirones de ropa a los que les colocaba una bolsa de plástico entre el trapo y el calzón para evitar mojarse. Relató que nunca pudo comprar toallas: de dónde, si plata no tenía y lo principal era para comer porque uno en el viaje se pone débil, con mareos, pero siempre hubo algo para ponerme, aunque fuera un calcetín, un calcetín me ponía, total andas protegida, que es lo principal.

Geraldine, a quien se le puede perder todo menos los documentos, la medicina y los Tampax, cuenta que ha sufrido infecciones porque ha pasado hasta un día entero sin poder cambiarse de tampón, lo cual además de haber puesto en riesgo su salud me ha hecho sentir cochina y es rudo porque se te baja la autoestima.

A pesar de las complejas condiciones de la travesía, las mujeres han encontrado formas de asearse con lo que se va poniendo a la mano, como Geraldine, quien califica de bendición hallar algún río para enjuagarse, o Alison, quien se asea con cualquier cosita; yo llenaba una botella y en alguna parte escondidita me lavaba y me cambiaba.

Los trapos y ropa manchados no resulta muy práctico lavarlos, sino tirarlos en el camino: para qué andar cargando con todo eso.

Esmeralda, Alison y Geraldine tienen la esperanza de que las políticas de Trump se suavicen para que los migrantes puedan entrar a Estados Unidos, donde auguran que tendrán una vida mejor. Mientras tanto, buscarán avanzar hacia el norte de México.

La experiencia de migrar como mujer la describe Geraldine: es fuerte; este viaje no es para mentes débiles, tienes que poner el corazón un poquito duro para seguir adelante.