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Lucio Cabañas, dignidad que se acrecienta
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ste 2 de diciembre se cumplen 50 años de la caída en combate del comandante Lucio Cabañas Barrientos, en el Otatal, municipio de Técpan de Galeana, Guerrero. Estaba a punto de cumplir 36 años y llevaba siete enmontañado organizando una guerrilla legendaria.

Un día después de su muerte, el periódico La Prensa publicó a ocho columnas Murió Lucio, con la imagen de su rostro sin vida y un pie de foto que informaba que había recibido tres balazos: Uno en el maxilar derecho, otro a la altura de la línea axilar posterior y otro en la región dorsal. Las tres heridas fueron mortales.

En esa fecha, los soldados aventaron su cadáver a una fosa común del cementerio de Atoyac de Álvarez, hasta que fueron exhumados el 3 de diciembre de 2001.

No abundan las fotografías del maestro guerrillero. Sin embargo, como la leyenda viva que es, su imagen aparece hoy día reproducida en centenares de murales en las paredes de las normales rurales y otras escuelas, mantas, carteles, grabados, cuadros, camisetas, tazas y materiales de propaganda.

Quizás, su foto más difundida sea en la que aparece sentado, con el rostro altivo, esbozando una sonrisa, con camisa azul, pantalón caqui, sombrero y la culata de su arma descansando en el piso entre sus piernas y las botas pisando una rama. A su izquierda se encuentra su compañero Ramiro (Pedro Hernández Gómez). La instantánea fue tomada, según el periodista Luis Suárez, por Gloria Brito, secretaria del senador Rubén Figueroa, durante su secuestro. El diario La Prensa la difundió a color y el libro Lucio Cabañas, el guerrillero sin esperanza la publicó en blanco y negro, e incluye parte de ella en su portada.

La estatua de bronce en su honor en Atoyac, esculpida por Jorge Ramírez en 2004, reconstruye esa estampa, sin Ramiro. Como recuerda el cronista Víctor Cardona, dos años antes, sus restos conservados en una vasija de granito habían sido depositados bajo el obelisco con motivos prehispánicos en el zócalo de la ciudad. Allí se levantó la escultura.

Esa imagen está plasmada en un mural en la Normal Rural de Tiripetío, junto a la consigna que resume su línea de acción principal: Ser pueblo, hacer pueblo, estar con el pueblo. También en la de Ayotzinapa, donde se graduó de profesor, acompañada del lema: Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano. En la Casa del Estudiante que lleva su nombre en Morelia, Michoacán. Y en una foto intervenida por Antonio Gritón.

Abundan las canciones dedicadas al Partido de los Pobres y a su líder. La tamaulipeca Judith Reyes, que tan cerca estuvo de él y su lucha, canta: Porque sólo injusticias tenemos / y el gobierno del PRI puede ver / que los pobres con Lucio Cabañas / vamos a la lucha y vamos a vencer (https://shorturl.at/QfdR9). La banda de ska punk italiana Bassotti, retoma el Corrido de Lucio Cabañas, del gran José de Molina, y dice: “Que hay campesinos armados / defendiendo la Montaña / comandados por un hombre / de nombre Lucio Cabañas (https://acortar.link/XoLHgl). El guerrerense Rosendo Radilla fue detenido y desaparecido por el Estado mexicano el 25 de agosto de 1974. Su caso es emblemático en la lucha de los desaparecidos de la guerra sucia. En su corrido dedicado al normalista rural levantado en armas, cantaba: Voy a cantar un corrido / al pueblo y a la nación / de un hombre que es guerrillero, / nacido de buena mata, / se llama Lucio Cabañas, heredero de Zapata.

La saga de Lucio ha sido inmortalizada, también, en la literatura. Destaca como una verdadera obra de arte, la gran novela sobre la guerrilla en México, Guerra en el Paraíso, de Carlos Montemayor. Ejercicio de guerrillero, crónica novelada sobre la vida del atoyaquense, de Carlos Bonilla Machorro; la obra de teatro Historia de Miguel, del dramaturgo Felipe Galván, y el cuento El silencio del muerto, de Felipe Fierro, han mantenido vivo el legado del luchador. Fundamental, también, es el documental de Gerardo Tort, La guerrilla y la esperanza (https://shorturl.at/OfAmS).

Cinco libros destacan en la misión de adentrarnos en la vida y obra del comandante. El joven Lucio Cabañas, de su hermano Pablo; Desde la trinchera; Brigada de ajusticiamiento campesino del Partido de los Pobres, de Pedro Martínez Gómez; Lucio Cabañas Barrientos: breve recorrido de sus etapas como estudiante, profesor y luchador social, de Eneida Martínez Ocampo; Lucio Cabañas y la guerra de los pobres, de Jacobo Silva, y Specters of Revolution. Peasent guerrillas in the Cold War mexican countryside, de Alexander Aviña (que, ojalá, muy pronto aparezca en español).

El 2 de diciembre de 2002, durante la ceremonia de inhumación de Cabañas, Carlos Montemayor, evocó: La dignidad en la vi­da es lo que embellece a los pueblos y a las horas que nos mantienen respirando, pensando, recordando. La dignidad no só­lo engrandece la vida de las personas, sino engrandece la vida de los pueblos y Lucio Cabañas, su lucha, su pensamiento, cordialidad, honestidad, su trato familiar amistoso, no solamente como comandante, no sólo como combatiente, nos hizo dignificarnos a todos [...]. A partir de la dignidad de Lucio Cabañas nuestro país es más grande, más puro, más orgullosamente vivo. Esta dignidad no desaparece como la sangre que se derrama, no desaparece como la corrupción que se oculta, no desaparece como los desaparecidos, perseguidos y reprimidos que los policías y ejércitos de nuestro país y de todo el mundo desaparecen. Esta dignidad se acrecenta [sic] cada día (https://shorturl.at/fUT70).

A 50 años de su caída en combate, la figura de Lucio Cabañas es más grande que nunca. Su dignidad –como dijo el poeta Montemayor– se acrecienta día con día.

X: @lhan55