n la calle de Goya 30, en Mixcoac, se levanta una antigua casona un tanto deteriorada, que conserva en el interior un amplio patio rodeado de un pasillo y habitaciones con ventanas. Lo curioso es que tienen sólidos barrotes.
Actualmente aloja el Centro Vlady, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, cuyo director, Fernando Gálvez, nos explica que fue cárcel y que aquí estuvo presa la famosa Madre Conchita
, antes de ser trasladada a las Islas Marías. Se le acusaba de haber sido la autora intelectual del asesinato del general Álvaro Obregón, que realizó materialmente José de León Toral.
Ahora, como centro cultural, presenta una interesante exposición: Los pintores del tiempo, que aborda el rencuentro de dos artistas relevantes, Alberto Gironella y Vlady, quienes, en los años 50 del siglo XX, fueron de los principales impulsores de la revolución cultural conocida como La Ruptura.
Hasta ese momento, el mundo del arte en nuestro país estaba dominado por el muralismo, que exponía una estética nacionalista surgida de la Revolución Mexicana, la cual buscaba reivindicar la herencia prehispánica y el indigenismo.
Un grupo de artistas mexicanos y extranjeros que vivían en México comenzaron a mostrar su desacuerdo con lo que consideraban una limitante para la expresión personal. Muchos opinaban que los valores de la Escuela Mexicana de Pintura ya estaban gastados, que había que buscar nuevos caminos.
Los muralistas mexicanos, entre otros, los famosos tres grandes: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, criticaron esas ideas. Frente a la afirmación de Siqueiros No hay más ruta que la nuestra
, José Luis Cuevas los acusó de haber levantado una cortina de nopal. Finalmente, todos ellos crearon un estilo propio y revolucionaron el arte en México.
La muestra del Centro Vlady tiene el propósito, además del rencuentro entre ambos artistas, de mostrar los caminos que exploraron en lo individual, así como sus confluencias.
Recordemos algunos datos de ambos. Gironella nació en México en 1929, hijo de catalán y yucateca. Entre sus temas fundamentales destacan la muerte, el fenómeno de la putrefacción de la materia y el paso del tiempo. En 1960 ganó el primer premio de la Bienal de París para Jóvenes Pintores y el primer premio de la Sexta Bienal de São Paulo, Brasil. Sus obras han sido exhibidas en varias ciudades del mundo, entre otras, Madrid, Nueva York y Belgrado.
A partir de los años 50 trabajó ensamblados, compuestos de pequeños recuadros o cajas, algunas son homenajes a personajes célebres que influyeron en su vida y trabajo. Su obra es brillante y original.
A su vez, Vladimir Kibalchich Rosakob, mejor conocido como Vlady, nació en Leningrado, Rusia, en 1920. Tuvo una vida azarosa. Fue hijo de Victor Serge, anarquista nacido en el exilio, que de adulto se adhirió al comunismo de Lenin y Trosky. Al oponerse a Stalin fue perseguido, escapó de la Unión Soviética con su hijo adolescente, dejando tras de sí a una esposa que se había perturbado mentalmente. Tras múltiples avatares que los llevaron a vivir una temporada en París, finalmente llegaron a México en 1942.
Vlady estudió arte en esa ciudad francesa y al llegar a nuestro país, ya reconocido como artista, se naturalizó mexicano en 1949. Participó en diversas bienales de pintura en Europa y Sudamérica, hizo varios murales con diferentes técnicas, diseñó escenografías e ilustró publicaciones. Magnífico dibujante, ganó el premio anual de dibujo del Salón de la Plástica Mexicana en 1971, y el de grabado al año siguiente. Entre sus murales sobresalientes se encuentran los que decoran en su totalidad la biblioteca Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda.
La muestra está formada por más de 60 obras, que incluyen pinturas, collages, grabados, cuadernos, cajas y dibujos, así como material bibliográfico y hemerográfico.
Ya estando en Mixcoac se impone ir al Café La Perla, en Molinos 4, en la misma esquina donde hace 60 años ofrecen buen café –el aroma lo delata– que muelen ahí mismo con sus propios granos –mezcla de Oaxaca, Chiapas y Veracruz– y acompaña sus célebres tortas, que muchos parroquianos asiduos consideran las mejores de la ciudad.
A escoger: bacalao, jamón con huevo, pavo o pierna adobadas, chilaquiles, aguacate con queso o alguna combinación que se le apetezca; junto, los chilitos en vinagre de la casa.
Si usted es trasnochado por trabajo o parranda, la sección de tortas está abierta las 24 horas todos los días del año.