e solicitaron leer un libro colectivo en el que se cuenta con un ensayo cuyos autores -anónimos desde luego- plantean que la productividad en Estados Unidos ha experimentado un descenso prolongado.
Ahí se asegura que la eficiencia de capital y trabajo no sólo no ha experimentado el dinamismo registrado en otras regiones del mundo –China, India y Corea del Sur, entre otras, y sólo a manera de ejemplo–, sino que ha vivido periodos prolongados de estancamiento y descenso. Y a veces de vaivén pronunciado, pero con resultante a la baja.
Debo decir que los datos crudos oficiales –que ofrecen el comportamiento de cierto
largo plazo (1947 a 2024)– muestran que la relación del output por trabajador o del output por hora trabajada registra un ascenso continuo desde mediados y fines de los cuarenta hasta -al menos- inicios del 2008.
Es cierto –los autores lo señalan– que a partir de la severa crisis de 2008-2009, la resultante de estas mediciones de productividad es un estancamiento.
Podríamos decir, incluso, que ha sido de carácter secular, dado que se trata de casi veinte años. En ellos se percibe de manera nítida altas y bajas, pero la resultante es un comportamiento estancado. Y eso –notémoslo de manera relevante– a pesar de un incremento notable de la capacidad instalada. No tan notable, evidentemente, como el registrado de inicios de 1993 a mediados del 2003, pero notable.
En buen romance, esto significa que las condiciones para la mejoría de los salarios, de todos ellos, no están dadas. Y me refiero tanto a los mínimos, identificados por los expertos oficiales como la cuota base de las remuneraciones más bajas oficiales
. Pero también a los manufactureros, tanto de las commodities (agua, electricidad y gas natural) como de las ramas de bienes duraderos y bienes no duraderos .Y de otras, incluso de los trabajadores de la construcción. Muestra de ello es que, efectivamente, en el periodo 2008 en adelante los salarios reales –salvo ciertas excepciones– están estancados.
Pero algo muy sorprendente, bueno relativamente sorprendente, es que este estancamiento se registra varios años antes de que la productividad deje de crecer, aunque, efectivamente, en promedio no caiga. Sí, notemos que el alza salarial registrada de la Posguerra en adelante, se detuvo
casi una década antes de que se detuviera
la productividad. ¡Indicador de una agudización de las condiciones de explotación de la fuerza laboral estadunidenses!
Lo anterior, por cierto, tiene efectos nocivos inmediatos en nuestros queridos migrantes a Estados Unidos. Deprime remuneraciones, al menos. Pero impacta especialmente a las categorías de trabajadores más mal tratadas
por los empresarios vecinos: mujeres, ante todo, pero también jóvenes, trabadores de color y trabajadores latinos. Lo documentaremos más ampliamente pronto.
Concluyo con un señalamiento. El endurecimiento objetivo de las condiciones en las que los trabajadores pueden exigir sus reivindicaciones, su mejoría y, en algunos casos, superar la precariedad, tiene su correlato: transferencias de excedente hacia los sectores financieros, como lo muestra el enorme dinamismo de las profits de este sector financiero en relación ya no sólo con la masa salarial estadunidense y el comportamiento real de los promedios salariales, también en el comportamiento descendente del beneficio de las corporaciones no financieras. Pero de esto comentaremos más ampliamente en otro momento. De veras.
NB: Ejemplar la vida y la lucha de la queridísima primera directora de nuestra Facultad de Economía de la UNAM. La extrañaremos por su inteligencia, su astucia, su valor, su honestidad y su excelente buen humor. ¡Ah! ¡Y por sus pioneros estudios sobre la distribución del ingreso y la desigualdad en México!¡Hasta siempre, amadísimamaestra Ifigenia!