Dos autores: Costa-Gavras y Mike Leigh
o dicho. Este año la competencia ha resultado bastante superior al de ediciones anteriores. Por lo pronto, el franco-griego Costa-Gavras nos ha sorprendido en Le dernier souffle ( El último aliento) con una de sus mejores realizaciones. Y eso que el hombre ha cumplido ya los 91 años y uno suponía que su obra más representativa la había filmado en los años 70.
El cineasta es también el autor del guion, derivado de un libro filosófico de Régis Debray y Claude Grange, una meditación sobre la vida cercana a la muerte. Su acierto es expresar ese tema a través del diálogo dado entre el filósofo francés Fabrice Toussaint (Denis Podalydès), quien se ha hecho varias tomografías como chequeo, y el doctor Augustin Masset (Kad Merad), jefe de la unidad de servicios paliativos de un hospital parisino.
El doctor se vuelve el guía para ilustrar la preocupación de Toussaint sobre lo que significa morir en la actualidad, cuando la atención médica moderna ha prolongado la vida de los ancianos hasta provocar una sobrepoblación de estos. A través de varios casos supervisados por Masset, atestiguamos las diversas instancias que algunos pacientes terminales escogen para finalizar sus días, generalmente rodeados por sus familiares más cercanos.
El efecto cumulativo de dichas anécdotas hace que Le dernier souffle sea el título más emotivo y humanista de la filmografía de Costa-Gavras, quien más bien es conocido por el interés político de su obra. Debido quizás a que uno empieza ya a sentir pasos en la azotea, ese tema cobra especial relevancia en estos tiempos. (En el festival hay además dos miradas españolas al bien morir: Los destellos, de Pilar Palomero, y La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, que se exhibe mañana).
El británico Mike Leigh tiene diez años menos que Costa-Gavras, pero sigue haciendo un cine particularmente suyo. Después de dos producciones de época – Mr. Turner (2014) y Peterpool (2018)– ninguna de las cuales se exhibió en México, Leigh ha vuelto en Hard Truths ( Verdades duras) a un territorio más conocido, el de la familia londinense de clase media.
En este caso, una familia británico-jamaiquina, comandada por la temible Pansy (Marianne Jean-Baptiste), una madre malhumorada y agresiva que ataca verbalmente a cuanto ser humano tiene la desgracia de cruzar su camino. No es un personaje que suscite afecto, ni mucho menos. Pero ese el chiste. En su humanismo, Leigh nos da pistas de la clase de temores y traumas experimentados por Pansy que la convirtieron en semejante arpía (la película abre con ella despertando de un sueño con un grito de terror).
En contraste, su hermana Chantelle (Michele Austin), es una presencia amable con una familia amorosa. Uno entiende por qué la de Pansy es tan disfuncional: el hijo Moses (Tuwaine Barrett) es un niñote gordo de 22 años sin oficio ni beneficio, y su marido Curtley (David Webber) es prácticamente mudo.
A primera vista, Hard Truths no es la película de Leigh de mi preferencia. Tal vez necesite de una visión adicional para acabar de entender a su protagonista.
Nomás por no dejar, menciono que también concursó la española El llanto, el poco promisorio debut de Pedro Martín-Calero, una fallidísima película de horror que no consigue un solo segundo inquietante. Evidentemente, un relleno para completar la cuota de cine español en la sección oficial.
X: @walyder