Jueves 19 de septiembre de 2024, p. 35
Los paros en el poder judicial federal, primero de los trabajadores (hecho por decisión propia), luego de los jueces y magistrados y casi al final de gente de la suprema corte no pueden verse sólo como una manifestación de trabajadores protegiendo su empleo, son un reclamo por un proyecto de vida cortado injustamente.
La carrera judicial, como la diplomática o la magisterial, corresponde a una decisión de vida. Se escoge dedicar toda la vida útil a una actividad, en parte por el orgullo servir al país en un cargo público, en parte por saber que el ascenso a juez o magistrado sólo depende de méritos y ganar un concurso donde se evalúa la carrera judicial, esfuerzos académicos incluidos. Se concursa contra miles de sustentantes por una plaza. Los sueldos y pensiones de juez o magistrado están muy por debajo de los recibidos por los ministros. Hoy eso ha cambiado con la reforma constitucional.
La modificación constitucional tiene causas, aunque una sea falsa y otra innombrada. Una es la corrupción general y total, tantas veces citada y no comprobada. Son miles de juzgadores, resolviendo cientos o miles de acuerdos y sentencias cada año, algunos con una trayectoria judicial de más de medio siglo, hoy magistrados. Imposible comprobar que todas sus actuaciones fueron corruptas, principalmente porque no lo son. La causa que no se dice es la molestia de los dirigentes de un proyecto político al enfrentar funcionarios judiciales cuya labor y resoluciones no logran someter. Los juzgadores sólo fueron considerados cuando estorbaron. Algún juez federal propuso cursos de capacitación a los departamentos jurídicos del ejecutivo, no fue atendido. Era más fácil un cambio general, distractor de otros problemas agravados. No son un bloque opositor, como se implica; son juzgadores que deciden en lo personal, ajenos a la política. Y también son ciudadanos con opción a una defensa nacional e internacional por sus derechos adquiridos, no afectables bajo el simple principio de la irretroactividad de la ley. Muchos ya iniciaron.
Esta reforma, tomada como un triunfo del ejecutivo, no incide solo en los juzgadores que dejarán el cargo próximamente. Litigantes y ciudadanos en conflicto notarán el cambio.
CIERTA GENTE
Miguel Bonilla López*
“No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
—y tres o cuatro ríos”.
José Emilio Pacheco,Alta traición.
Releo con frecuencia a José Emilio Pacheco, y Alta traición
en particular. Desde la primera vez que leí esos versos me cimbró. Decía las cosas que pensaba y sentía, pero que no encontraban manera de salir. Eso es lo que hacen los poetas: dicen lo que no sabríamos poner en palabras sin su ayuda.
Sigo creyendo en esos versos y, escogidos en mi corazón, tengo esos diez lugares, mis propios puertos y ríos, y una ciudad que me gusta caminar y retratar.
De la gente a la que alude el poema, hoy, justo hoy, cuento:
● La viuda de un funcionario judicial vestida de blanco, sentada sola en una banca sobre Reforma muy temprano, esperando el inicio de la marcha;
● la adolescente que con orgullo ofrecía explicar cuál era el trabajo de su padre en un cartel hecho con sus propias manos;
● el universitario que lo dijo todo en la pancarta donde escribió La juventud ampara y protege a la Justicia de la Unión
;
● la madre que pidió a su hijo, simplemente, que hiciera lo que tuviera que hacer, tal como su padre hubiera hecho;
● los hijos que se dejaron abrazar la noche de la derrota mal habida;
● la mujer que cada uno de estos días despidió a su marido deseándole suerte con la más sincera de las voces;
● los ocho que en el frío de la mañana montaban una guardia ridícula en número, pero infinita en su nobleza;
● la jueza que arrulló a su bebé antes de acudir al campamento de la noche;
● la vecina que nos ofreció pan y café, y dijo que entendía y que resistiéramos;
● los que al día siguiente nos buscaron solidarios y compasivos, para hacernos ver que nunca estuvimos solos;
● los amigos que se encontraron después de tanto en las marchas y concentraciones, sabedores de que la derrota era lo más probable, sin que ello empañara el gusto de saberse juntos;
● los que no han olvidado ni olvidarán el gusto que da discutir un caso y perfilar la mejor solución posible;
● los que se reinventarán, siempre dignos;
● los que han leído los versos de Pacheco y tienen escogida en su corazón a cierta gente
del Poder Judicial de la Federación…
* Magistrado de la 2a generación
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en Literatura y derecho
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