n el número 47 de la emblemática revista Sur, publicada en agosto de 1938, Borges decía que los libros de María Luisa Bombal eran básicamente poéticos
. Confesaba no saber si esa involuntaria virtud
era obra de su ascendencia germánica o de su minuciosa frecuentación de las literaturas francesa e inglesa.
A las páginas de La amortajada, de Bombal, no les faltaban sentencias ni muchos momentos memorables. “Libro de triste magia, deliberadamente suranné, libro de oculta organización eficaz, libro que no olvidará nuestra América”.
Años después de haber leído esa última sentencia con aire de profecía, José Bianco, editor de Sur, conversando con un “escritor mexicano de gran talento… autor de una obra breve, pero admirable”, le dijo que La amortajada fue un libro que lo impresionó profundamente en su juventud. Quien hablaba con Bianco era Juan Rulfo. “Quizás en Pedro Páramo… podríamos discernir alguna influencia de La amortajada”.
Vaya elogio de tres grandes escritores que no impidió que María Luisa Bombal permaneciera, como muchas otras escritoras, en esa penumbra cuyo centro es el olvido o, peor aún, el ninguneo.
Lucía Melgar, especialista en literatura por la Universidad de Chicago, acaba de publicar un libro que es un vuelo de reconocimiento sobre la literatura hecha por mujeres: En busca de una habitación propia: Miradas feministas en 11 escritoras latinoamericanas. Como es un acercamiento transgeneracional que va de Silvina Ocampo y María Luisa Bombal a Carmen Boullosa y Cristina Peri Rossi, le pregunto si las escritoras que estudió comparten algunos temas básicos en su narrativa.
Todas, si tienen hijos o pareja; incluso, si sólo tienen casa, tienen que ocuparse del refrigerador, la luz. En particular las mujeres han tenido esa carga de responsabilidad
. Escriben mientras barren la casa.
Las 11 escritoras visibilizan la situación de la mujer en el contexto que vivieron, me dice Lucía Melgar. “Silvina Ocampo, al presentar personajes marginales, muchas veces son bastante rebeldes, aunque no les vaya tan bien. Elena Garro presenta lo que llamaba Gabriela Mistral, las rebeldes fracasadas… las autoras más cercanas al momento que estamos hablando, tienen una visión diferente, porque, obviamente, la sociedad ha cambiado.
“Carmen Bullosa, por ejemplo, puede poner a unas protagonistas que participan en la historia, que reinterpretan la historia, que buscan diferentes papeles para actuar en el mundo, mientras Mariana Enríquez tiene una combinación de relatos en que se trata de mujeres en situaciones extremas.
Las cosas que perdimos en el fuego
es brutal, es un cuento muy impresionante, y ahí es como revertir toda la extrema violencia del machismo… son mujeres que se están rebelando contra la tolerancia social hacia la violencia y contra la revictimización de las mujeres.”
Todas comparten una forma de escritura que no es denuncia, pero sí una crítica, y esa nueva mirada tiene que ver con la condición de las mujeres, con su lugar en el mundo
.
Una mirada diferente sobre el cuerpo, la sexualidad y la política, donde ésta influye de manera decisiva en la vida personal, en la vida íntima. Lo personal es político.
En el libro En busca de una habitación propia se revelan las particulares formas de este puñado de narradoras para ejercer el oficio de la escritura, las ideas personales sobre el papel de la mujer, que pueden ser más o menos convencionales o rupturistas, sobre la equidad de género, sobre el cuerpo donde el erotismo revela maneras diferentes de explorarlo.
Maria Luisa Bombal, Silvina Ocampo, Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Clarice Lispector, Cristina Peri Rossi, Carmen Boullosa, Mariana Enríquez y Alejandra Costamanga tienen su habitación propia o la han buscado para ponerse a escribir.
Una violenta inercia patriarcal nos ha impedido ver con claridad ese portal construido por escritoras a contracorriente. Portal donde la imaginación crítica y la memoria son el santo y seña de un mundo despiadadamente más completo, más redondo, que aquél que conocemos partido por la mitad.